La campaña electoral exige posicionamientos contundentes para salir de dudas y contar con certezas sobre las reales intenciones de los candidatos. Los rodeos y subterfugios en los temas de política exterior, no son lo que la gente espera, el liderazgo debe tener firmeza en los planteamientos, porque un país no puede ser una veleta sin control.
En el caso del Ecuador, su presidente tiene que definirse, callar es mentir a estas alturas de la contienda política, hablar fuerte, claro y documentadamente es un requisito que lo cumplen muy pocos. La región es nuestro gran primer paso para solucionar problemas de toda índole, la integración y relaciones comerciales son cruciales para despegar, histórica y pragmáticamente es lo que se debe hacer.
Pero más allá del comercio y sus balanzas, está el sistema democrático, existen valores superiores como la libertad en todas sus vertientes que, lamentablemente, desde hace décadas, ha sido demolida en Venezuela, desde la incursión de los Chávez, Maduros y “Diosdados” en la política llanera.
El Ecuador no puede voltear la cara y fingir demencia ante los crímenes de lesa humanidad, presos políticos, trampas, abusos y cinismo de dictadores que se han hecho del poder con las más arteras y fraudulentas prácticas.
Sabemos que el libreto del socialismo del siglo XXI, es contaminar la democracia, aprovecharse del sistema electoral para, desde adentro, perpetuarse en el poder con el apoyo de la casta político-populista, la anuencia de unas Fuerzas Armadas corrompidas, en contubernio con el llamado “wokismo” explicado por el presidente argentino en el Foro Económico Mundial de Davos 2025, como una tendencia de activismo ideológico e imposición de nefastas agendas denominadas “progres” que, a todas luces, propugnan el cambio radical y la deformación de códigos y valores que son inmutables para la gente decente.
Quienes deben pronunciarse y no lo hacen, porque les restaría votos y popularidad, son Luisa González, Iza, Jairala, Granja y Escala, todos ellos tienen la obligación moral de manifestarse sobre este asunto, pero evaden para no comprometerse. El mismo acomodaticio cálculo hacen las prefectas de Guayas y Pichincha y los alcaldes de Guayaquil y Quito, por coincidencia, también amigos y coidearios del inefable Petro.
¿Apoyan o rechazan a los regímenes totalitarios de Venezuela, Nicaragua y Cuba?
¿Qué opinan sobre la violación de derechos humanos y libertad de expresión instrumentada por los dictadores Maduro, Ortega y Díaz Canel?
Hablen ahora que para luego es tarde…aunque es evidente que el silencio y las evasivas los delatan…