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El Telégrafo
Alicia Galárraga

Muñequitas de trapo

03 de noviembre de 2019

¿Cómo conocí a la hermana Eugenia?

Cuando trabajaba como terapista ocupacional con los ancianos de una casa de reposo, la hermana Eugenia, que resultó ser nuestra vecina, fue a solicitar un masaje de urgencia porque sufría fuertes dolores en la espalda. Como la casa de reposo no daba ese servicio, me ofrecí a ir a su residencia para darle el masaje después de mi horario laboral. Así me enteré de que la hermana Eugenia administraba la casa de acogida que su comunidad mantenía en una propiedad cercana a la casa de reposo donde yo trabajaba. 

Después del masaje le ofrecí hacer voluntariado en la casa de acogida. Esas niñas y adolescentes no necesitaban llenar su cabeza de conocimientos solamente; también necesitaban amor, compañía, ser escuchadas y acompañadas. La hermana Eugenia accedió. 

Así empiezo a frecuentar el lugar y me entero de que, a  pesar de que la institución disponía de un presupuesto estatal y de varios benefactores, las niñas y adolescentes que permanecían allí carecían totalmente de materiales o equipos para realizar manualidades o cualquier otra actividad que les permitiera, durante unos momentos, escapar de su dura realidad. Además, fruto de donaciones, la casa de acogida disponía de una gran habitación con máquinas de coser empolvadas y telas carcomidas por las polillas y los roedores; pedí autorización para usarlas y así darles un oficio y espacios de regocijo a estas niñas y adolescentes; sin embargo, las hermanas se negaron rotundamente a mi pedido. Así que yo misma llevé retazos de tela, encajes, hilo, agujas y botones para hacer con estas niñas y adolescentes muñequitas de trapo.

Una de las niñas, Anita, se puso triste: esta sencilla actividad le recordó que su abuelita le confeccionaba unas muñequitas parecidas cuando todavía vivían juntas. La niña estaba allí porque su padre la violaba, y como su abuelita murió, ya no tenía quién se haga cargo de ella. Anita nunca había recibido tratamiento psicológico. Como Anita, son muchas niñas y adolescentes en situaciones parecidas. Lastimosamente, las instituciones correspondientes, públicas y privadas, no se preocupan realmente por ellas, a pesar, incluso, de contar con presupuesto estatal y hasta benefactores. (O)  

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