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Comunicar para gobernar: la urgencia de una narrativa clara en tiempos de cambio
21 de abril de 2025La implementación de nuevas políticas públicas —especialmente en economías de gran influencia global como la de Estados Unidos— requiere no solo rigor técnico y respaldo político, sino también una estrategia de comunicación efectiva, pedagógica y constante. La reciente introducción de medidas en ámbitos clave como comercio exterior, aranceles e inmigración, sin una narrativa clara ni vocerías consistentes, ha generado un efecto colateral preocupante: incertidumbre en los mercados y desconfianza en la ciudadanía.
En el ámbito económico, la incertidumbre es un factor tan determinante como los indicadores duros. Las bolsas reaccionan no solo a los hechos, sino a las expectativas. Por ello, cuando las decisiones gubernamentales no vienen acompañadas de una explicación accesible, coherente y oportuna, los actores económicos —inversionistas, empresarios, consumidores— llenan esos vacíos con especulación. El resultado: volatilidad, retracción en decisiones de inversión, y un ambiente de cautela que ralentiza la recuperación o el crecimiento económico.
Desde una perspectiva ciudadana, la desinformación o la falta de información afecta la confianza institucional. Cuando las políticas públicas no son debidamente comunicadas, explicadas y contextualizadas, se abre la puerta a narrativas paralelas, muchas veces basadas en la desinformación o el temor. Esto es especialmente grave en temas como inmigración, donde la percepción pública influye directamente en la cohesión social, y en comercio, donde el impacto puede sentirse en el empleo, los precios y las cadenas de suministro.
El problema no es únicamente la falta de comunicación, sino la ausencia de una estrategia comunicacional proactiva. Informar no debe ser una reacción ante la presión mediática o social, sino una parte estructural del diseño e implementación de la política pública. Gobiernos modernos deben asumir que la comunicación ya no es un accesorio político, sino un componente esencial de la gobernabilidad. Y comunicar bien, en contextos de alta complejidad, implica más que difundir comunicados de prensa: requiere liderazgo, empatía y planificación.
Desde un enfoque propositivo, hay alternativas claras. Primero, fortalecer las vocerías técnicas: economistas, analistas y expertos deben acompañar las decisiones políticas con explicaciones claras, sin tecnicismos excesivos pero sin perder profundidad. Segundo, adoptar un enfoque multicanal, que combine medios tradicionales con plataformas digitales, para alcanzar distintos públicos con formatos adecuados. Tercero, implementar campañas de comunicación preventiva: no esperar a que una medida cause confusión o rechazo para explicarla, sino anticiparse con mensajes claros, centrados en los beneficios y en la evidencia.
Finalmente, una estrategia efectiva debe ser bidireccional. Comunicar no es solo informar, sino también escuchar. Espacios de retroalimentación con sectores afectados, como empresarios, trabajadores, migrantes o consumidores, permiten ajustar el mensaje y mejorar la implementación. La participación informada fortalece la legitimidad de las políticas y disminuye los márgenes de error.
En síntesis, la falta de comunicación efectiva sobre las nuevas políticas de EE. UU. no solo es un problema técnico, sino un desafío político y económico de primer orden. El silencio institucional, o la opacidad en las decisiones, puede ser tan dañino como una mala política. En cambio, una narrativa clara, coherente y orientada a la ciudadanía tiene el poder de reducir la incertidumbre, movilizar consensos y fortalecer la gobernanza. En tiempos de alta complejidad, comunicar bien es, más que nunca, una forma de gobernar mejor.