Es sabido que el acto principal de gobernar es tomar decisiones, mientras mayor es la jerarquía en el gobierno mayor será la responsabilidad y también mayor es el laberinto para tomar una decisión. ¿El mundo está más complejo? ¿O la forma de entender al mundo se volvió más compleja? Sin duda, actualmente parecería que el mundo y la forma de verlo es más compleja con está pandemia. Hemos sido testigos que ningún país estuvo preparado para enfrentar tan difícil situación.
Hay teorías alrededor de la complejidad de la toma de decisiones al plantear aspectos de que los seres humanos tenemos una racionalidad limitada, información que tenemos es asimétrica y de difícil procesamiento y, además, de esto, las emociones interfieren en las decisiones que hacemos todos los días en situaciones cotidianas o como directivos.
Estamos pasando un duro examen ante la historia de la sociedad porque hay que decidir sobre la vida de las personas en diferentes escalas del convivir, que van desde la salud, la economía, la producción, la política y otros aspectos tan difíciles que se han exacerbado con las actuales circunstancias de la pandemia. Con todo esto, la complejidad no es algo que se debe temer, porque ella es la propia esencia del hombre y de la humanidad y que su comportamiento no puede ser previsto.
Las decisiones tienen un principio fundamental que siempre se las puede mejorar. De las armas más importantes para mejorar es la calidad y oportunidad de la información. El procesamiento de la información es clave para disminuir el caos y las consecuentes pérdidas de vidas y de recursos como se ha visto. Otro elemento sustantivo es romper la racionalidad limitada de buscar como único objetivo de la decisión es optimizar las ganancias en términos de capital. Pues, nos hemos dado cuenta con el coronavirus que ha sido un enemigo que nos puede atacar a todos independientemente de su clase social, religión, país, edad, sexo y otras diferencias que el conocimiento separó y que la pandemia juntó. Para finalizar cito una frase Prigogine (2002) “vivimos una división entre dos culturas: los "científicos" no leen a Shakespeare y los "humanistas" son insensibles a la belleza de las matemáticas”.