El segundo párrafo del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que, si no se puede ejercer plenamente los derechos que les son inherentes, los seres humanos “pueden verse compelidos a la rebelión”.
Atender a la “gente”, hacer frente a los grandes retos “inventando” las soluciones.
Si no hay evolución hay revolución. Si no se procura satisfacer las necesidades mínimas de la existencia humana, se pasa de la voz al grito, del grito a la rebelión.
Y es que:
-Son inadmisibles las crecientes desigualdades.
-Es inadmisible que mueran de hambre diariamente miles y miles de personas, en su mayoría niños y niñas de 1 a 5 años de edad, al tiempo que se invierte en armas y gastos militares más de 3.000 millones de dólares.
-Es inadmisible que, según Oxfam, 85 personas posean una riqueza equivalente a la mitad de la humanidad.
-Es inadmisible que cada día se incremente el deterioro del medio ambiente, afectando la habitabilidad de la Tierra.
-Es inadmisible que la gobernanza mundial esté en manos de grupos plutocráticos (G-6, G-7, G-8, G-20).
-Es inadmisible que los paraísos fiscales, en lugar de haberse suprimido, se hallen más colmados que nunca.
-Es inadmisible que la política se halle subordinada a los intereses económicos.
-Es inadmisible que los mercados hayan llegado, en la Europa sometida, a designar a gobiernos sin urnas en la misma cuna de la democracia.
-Es inadmisible que la competitividad no se base en el conocimiento y la innovación sino en salarios progresivamente reducidos…
Por todo ello, es apremiante:
-Establecer un multilateralismo democrático, refundando el Sistema de las Naciones Unidas, dotándolo de la representatividad apropiada (“Nosotros, los pueblos…”) y de los medios personales, financieros y técnicos necesarios. Este es el gran liderazgo que la humanidad espera.
-La solución es más y mejor democracia, a escala global, regional y local.
-La habitabilidad de la Tierra se está deteriorando y es inaplazable sustituir una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra por una economía basada en el conocimiento para un desarrollo global sostenible y humano.
-Transitar desde una cultura de imposición, dominio y violencia a una cultura de encuentro, conciliación, alianza y paz.
-Un colosal clamor popular, liderado por las comunidades científica, académica, artística, debe alzarse para que los cambios radicales tengan lugar antes de que se alcancen puntos de no retorno.
-El “nuevo comienzo” que preconiza la Carta de la Tierra no puede demorarse.