Es una pregunta justa, necesaria y al parecer, una cuestión que nadie con aspiraciones presidenciales quiere contestar. Aunque nos suene algo aterrador, injusto e innecesario, los derechos tienen un costo asociado que se paga por quién se obliga a cumplirlos -el Estado-, pero como saben, el Estado no es empresa, por lo que recauda para estos pagos por medio de: impuestos y ventas petroleras -el único bien que le pertenece-, mayormente.
Actualmente el Ecuador se encuentra en déficit, es decir, gasta más de lo que recibe y la explicación se une directamente a las propuestas demagógicas que escuchamos hoy por hoy. Uno diría que Ecuador no ha hecho inversión pública notoria, como en pasados años, y, por lo tanto, no debería tener que pagar más de lo que ya se ha venido pagando. Error.
Regresamos a ver a nuestros asambleístas y el mismo presidente de la República cuando, sin mayor análisis y certezas anunciaron: ¡Vamos a subir los sueldos de los trabajadores!, ¡Vamos subir los sueldos de los profesores!, ¡Vamos a comprar la sobreproducción irresponsable de camaroneros!, y así sucesivamente. Cada una de esas “promesas cumplidas” afectan directamente al presupuesto del Estado que depende de la fluctuación del precio del petróleo -a la baja hace rato- y los impuestos -al alza hace rato-.
La lógica del populismo es el aplauso instantáneo sin ver la repercusión del lamedero de suelas. Entre más popular sea la idea y la decisión, es muy probable en este país, ya se haya pensado a quién meterle la mano para pagarlo, pues Ecuador es un país aislado de toda inversión extranjera, ya no solo por la dificultad de entrar, sino por la justicia rampantemente delincuencial, la inseguridad, los cambios normativos constantes y el circo político.
A sabiendas de esto, las promesas de campaña sobre un mandato interino de unos cuantos meses, traducida en dólares, es imposible; sí, casi todas las ofertas de campaña de todos los candidatos, son de ejecución imposible en las condiciones actuales. ¿Cómo lo harán?, con su plata (impuestos), la del IESS (por medio del BIESS), con las reservas (que son su plata que respalda a los Bancos); ninguno, ni uno solo, habla del cambio de matriz productiva para alejarnos de la dependencia casi cocainómana del petróleo.
Entonces, su voto cuenta, cuesta y vale, hágase un favor y pregúntele a su politiquero de confianza: ¿Cómo lo va a pagar?