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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

"Como decíamos ayer"

07 de octubre de 2017

La famosa frase de Fray Luis de León: “Como decíamos ayer…”, cuando fuera restituido en su cátedra luego de ser censurado, apresado y apartado de su cargo en la Universidad de Salamanca por obra de la ‘Santa Inquisición’, viene bien en nuestro contexto. Viene bien, como en la época de Miguel de Unamuno, quien también la usó varios siglos después, cuando fuera restituido en su cargo de rector en la misma Universidad de Salamanca, luego de haber sido injustamente destituido y exiliado por la dictadura de Primo de Rivera.

Pero ¿qué está detrás de la irónica frase? Caben varias interpretaciones, podría significar el hecho de retomar rápidamente lo arrebatado, o dar continuidad al flujo vital que fue abruptamente cortado. Pero también hay un sentido aún más profundo, aquel de que hay hechos o acontecimientos que nunca debieron haber ocurrido. Pero la historia, como ya lo dijo Tucídides, es ese incesante volver a empezar. Hoy, en nuestro país, estamos abocados a ese reinicio.

Muchos sucesos nunca debieron suceder, hay afrentas que no olvidamos porque lesionaron a personas o grupos y, con ello, a la sociedad entera. No debieron ocurrir los juicios y persecuciones a jóvenes estudiantes y maestros, el Estado ensañado con adolescentes o con educadores. Tampoco debieron tener lugar persecuciones a cientos de líderes sociales indígenas o mestizos que defendían sus territorios, sus pueblos, la naturaleza, los derechos sociales, económicos, o políticos. El Estado encarnizado contra luchadores que defienden la vida.

Nunca debió imponerse una visión patriarcal en la discusión de la despenalización del aborto por violación, pues ha terminado provocando la judicialización de casi un centenar de mujeres que hoy son revictimizadas. Jamás debió primar una visión tecnocrática e improvisada en la gestión de la educación superior, mientras en la práctica se asediaba a la universidad ecuatoriana. No debió suceder que un político, acusado de plagio de su tesis de grado, y comprobada la estafa académica, haya escalado a posiciones tan altas como la Vicepresidencia; la corrupción estaba a flor de piel y se la solapó. Tampoco debió acontecer que se festinaran los dineros del erario público justo cuando nos ofrecieron una revolución ética; la corrupción ha campeado en una dimensión insospechada por la mayoría de nosotros.

Finalmente, nunca debió operar la censura a articulistas de este medio público; muchos columnistas, que tuvieron posturas críticas y de alerta, fueron asumidos como enemigos del ‘proyecto político’ y sus opiniones ya no se leyeron en este diario. Ese fue mi caso. Afortunadamente hoy, gracias a los nuevos vientos que soplan en el país, tengo la posibilidad de decir a mis lectores, parafraseando osadamente a Fray Luis de León y Miguel de Unamuno, “como decíamos ayer”… (O)

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