Está disponible en español el último libro del insigne historiador inglés Eric Hobsbawm “Cómo cambiar el mundo, Marx y el marxismo 1840-2011”, escrito a sus 94 años. Se ha señalado que este libro despeja las malas interpretaciones, archiva los preceptos que envejecieron y despliega las herramientas que ofrece el autor de El Capital para entender el mundo en el siglo XXI y hacerlo un lugar mejor.
Gran reto habiéndosele convencido al mundo de que, con la caída del Muro de Berlín, la historia llegaba a su fin por el triunfo del capitalismo, y que se extinguiría el marxismo de la vida política e intelectual de Occidente.
Cuántos intelectuales de derecha, eclesiásticos y sobre todo ciertos políticos tendrán que comerse sus palabras difamatorias contra Marx, y al menos callar, si no lo entienden, porque sigue teniendo vigencia orientadora para cambiar el mundo.
Como científico social Marx tiene el mérito de haber observado y entendido dos grandes realidades que afectan al mundo, y de haber dado la consigna clave de que la observación del mundo es para transformarlo.
1.- El destino del capitalismo: Marx entendió desde mediados del siglo XIX que por la concentración del capital en unas pocas manos, el sistema no podría seguir el ritmo de su propio crecimiento descabellado. Predijo crisis cíclicas y la inviabilidad del sistema, como lo ha explicado Boff en su excelente análisis de la crisis terminal del capitalismo.
Marx anticipó que la tendencia del capital iba en dirección a destruir sus dos fuentes de riqueza y de reproducción: la naturaleza y el trabajo. Sin naturaleza el capitalismo no puede reproducirse. Además no crea empleo para todos. Millones de personas no van a ingresar nunca jamás en el mundo del trabajo, ni siquiera como ejército de reserva.
2.- La plusvalía. Marx descubrió que el capital retiene para sí gran parte del salario de sus trabajadores. Enriquecimiento por desposesión que perpetúa la repartición injusta de las riquezas. Los obreros conscientes de esa injusticia deberían seguir la consigna de Marx “Proletarios de todo el mundo, ¡uníos!”, que no ha perdido un ápice de validez. El capitalismo es salvaje por naturaleza.
Pero téngase en cuenta que Marx dio herramientas, no recetas dogmáticas. Hobsbawm sostiene que los libros de Marx “no forman un corpus acabado, sino que son, como todo pensamiento que merece este nombre, un interminable trabajo en curso. Nadie va ya a convertirlo en dogma, y menos en una ortodoxia institucionalmente apuntalada”.