Kristalina Georgieva, directora del poderoso Fondo Monetario Internacional, en recientes declaraciones hace una evaluación sobre el desempeño de América Latina, y en ese análisis pone énfasis en dos temas que considera cruciales a la hora de mencionar el pobre desempeño de nuestro continente.
Estas temáticas centrales tienen que ver con algo que es evidente y que ya lo hemos comentado en anteriores referencias en artículos publicados y es la desigualdad rampante en nuestros países, con enormes fortunas por un lado y con pobreza extrema por otro, demostrándose que Latinoamérica es un continente de asimetrías, lo que redunda en los pobres resultados que obtenemos en el concierto mundial, pero sobre todo nos importa la calidad de vida de los ciudadanos de estos países.
Esto último que hemos mencionado es extremadamente llamativo, porque si hablamos de un mercado que se acerca a los 700 millones de habitantes, si consideramos a América Latina y al Caribe, indudablemente hablamos de un mercado enorme, dentro del cual el comercio intrarregional tendría grandes posibilidades de crecimiento si se hacen las cosas de la forma debida y los gobiernos actualizan leyes, quitan las trabas existentes y dinamizan las oportunidades de negocio para las empresas propias de la región.
Frente a ello, la creación de empleos puede ser exponencial, así como la generación de oportunidades que no deberíamos dejar escapar, porque pueden así subsanarse muchos de los problemas y hablar de una excelente relación Sur-Sur, beneficiosa para todos.
Este jalón de orejas propinado por la directora-gerente del Fondo Monetario Internacional, debería servir de llamado de atención y de obligatorio punto de inflexión a los líderes de los países latinoamericanos, a fin de una modificación profunda de comportamientos y de enfoques, lo que daría un vuelco a esas malas cifras que exhibe la región.
Habría que poner en vigencia en nuestros países una regla muy importante, la del sentido común, que seguramente arrojaría extraordinarios resultados, sumados a la coherencia de los líderes y a pensamientos y acciones que se encaminen a la prosperidad de los gobernados y no a los bolsillos de los gobernantes.