No es hoy la primera vez que en una elección presidencial de segunda vuelta, el electorado colombiano se ve presionado a votar por el ‘menos malo’ de los dos elegidos en primera vuelta. Solo que esta vez, con más del 60% de abstención, hay extrema polarización, fruto de una contienda electoral vergonzosa, más de agravios que de propuestas, que pretende involucrar al Ejército y sin que el Fiscal se haga sentir exoficio para investigar y penalizar, si es el caso, los supuestos delitos que se imputan.
Los dos candidatos, de derecha, unidos en su política económica neoliberal, pretenden politizar con espíritu electoral, más que de paz, las conversaciones de La Habana entre el Gobierno y las FARC, y las que a última hora se inician con el ELN. Como si la paz fuera artilugio en manos de un gobernante y no creación popular.
El pueblo que quiere la paz, la verdadera, que es con justicia y educación, sin miseria, pobreza, desempleo, desnutrición ni enfermedades desatendidas, sabrá presionar para que las conversaciones culminen bien. Y si hay premio Nobel de Paz, que sea para el pueblo heroico.
El país no está al borde del abismo entre la paz y la guerra; siempre lo ha estado, lo que ahora está en juego es si seguir con el statu quo de promesas y más promesas o cambiar decididamente de rumbo hacia la democracia participativa. Para ello el pueblo tendrá que decidirse a ser el hacedor, organizándose desde las bases.
Es de añorar la época cuando en Colombia se llegó a hacer política con fundamentos científicos y con el objetivo de empoderar al pueblo para su autoestima, creatividad y la acción colectiva para que accediera al poder, como se perfilaba un gobierno de Jorge Eliécer Gaitán.
Sea cual sea hoy el resultado de las urnas, es de esperar que se congreguen los ‘progresistas’ para seguir el proyecto que propuso el padre Camilo Torres Restrepo de un Frente Unido del Pueblo, y la estrategia del pensamiento político de Gaitán, quien comprendió científicamente los comportamientos del pueblo, se le acercó solidario y le ofreció llevarlo al poder con una estrategia bien pensada. Ambos pensamientos políticos son de actualidad y señalan un derrotero a seguir.
No hubo tiempo para ponerse de acuerdo en un voto en blanco que anule la elección, hasta que aparezca un candidato mejor calificado para la tarea requerida de empoderar al pueblo, como debería ser en una verdadera democracia participativa. Aunque el Registrador olímpicamente anuncia que en esta segunda vuelta el voto en blanco no cuenta, el pueblo tiene la última palabra.