Durante este mes, el Cine Ocho y Medio proyectará la película Buena Vista Social Club, de Wim Wenders, en 35mm. El film cuenta la historia de un proyecto musical liderado por el músico estadounidense Ry Cooder que tuvo como objetivo inicial rastrear a músicos cubanos sobrevivientes de otras épocas, pasados ya de su plenitud. “Nunca sabes lo que puede pasar”, dice el propio Cooder (más menos) en una de las escenas iniciales. Este proyecto se convertiría en uno de los más exitosos, de tantos que ha emprendido este artista. Los acordes y letras de “Chan-chan” resultan inconfundibles. Hablan del viaje en una tónica circular, eterna; viajar cansa.
Yo vivía en un pueblito cerca de la ciudad de Nueva York cuando salió el álbum a finales de 1997. Lo recuerdo como el primer fenómeno viral que experimenté. A lo “Gasolina” y “Despacito” varios años después, no había cómo escapar esta música latina. Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Rubén González, et. al. sonaban en cada cafetería y en cada restaurante. Eran mis héroes. Para mí significaban muchas formas de comunicación: con el mundo latino del que me había desprendido a la fuerza, con mi padre melómano y con esa ciudad que quedaba a cuarenta minutos, que me fascinaba y conocía bien. Poco tiempo después (en 1997 no me lo hubiera imaginado) viajaría a Cuba completando un panorama sentimental evidenciado en el documental de Wim Wenders que también apareció por ese entonces y que teníamos en mi casa, en VHS.
La película es bella. Es un ensayo sobre la cultura cubana pero también sobre la vejez. La idea más atractiva, para mí, es la del ensamble, la del colectivo. Muchas veces se nos lleva a pensar en el genio individual; la estructura del film de Wenders plantea todo lo contrario. Estoy seguro que más de uno de los viejitos (o los no tan viejitos como Juan de Marcos González) habrá querido más protagonismo o más crédito propio, pero la idea de que son una multitud, en el estudio y sobre el escenario, es irresistible. Muchos de los integrantes del grupo tendrían su disco solista luego del éxito de Buena Vista Social Club, pero eso solo añadiría a la colección de piezas que es fundamental para entender los procesos colectivos.
En el caso local existe el valioso ejemplo de Daniel Lofredo Rota, AKA Quixosis, quien a partir de la colección de su abuelo disquero (Caife Records) ha reeditado producciones musicales de antaño y está buscando alguna pista de los músicos que los hicieron, entre ellos a Biluka (el afiche ¿Sabes algo de Biluka? apareció recientemente sobre varias calles alrededor del centro de Quito). El trabajo de Lofredo Rota con Caife y recuperando a artistas como Polibio Mayorga merece mucha atención.