Individualismos partidarios, alianzas coyunturales, pérdida de ética y moralidad, vanidades personales y la complacencia que el poder otorga al estar al frente de entidades claves para la democracia son, entre otras cosas, parte del escenario que se configura en la etapa poscorreísta en Ecuador.
Las denuncias surgidas en los últimos días, sobre tres de los vocales del CNE, incrementa la desconfianza del país en nuestra ya golpeada democracia. En la coyuntura actual, los partidos entraron en el dilema de salvar a la presidenta del CNE, Diana Atamaint, o exponerse a que los escándalos en la Función Electoral los afecte.
Está claro que en las elecciones de 2019 hubo inconsistencias en el reconteo, producto del sistema informático. Está claro que Atamaint y Acero contrataron a un Director Nacional de Procesos con antecedentes penales, quien hoy está preso por tráfico de influencias.
Los vocales del CNE declararon también que Alianza PAIS no cometió irregularidades en el caso de sobornos, a pesar de los procesos en contra de Correa y otros funcionarios. Es claro también que se han repartido cargos desde el CNE para silenciar irregularidades y cuotas políticas. Hay muchas otras cosas que han aflorado en medio de los escándalos del CNE y que la sociedad ha podido seguir. Sin embargo, Atamaint salió airosa en la Asamblea, producto de las alianzas al interior de la entidad legislativa.
Se evidencia un claro interés por asumir el control del CNE. La permanente pugna desencadenará la pérdida de legitimidad. Las condiciones requeridas por la sociedad, de contar para las próximas elecciones con jueces capaces de velar por la imparcialidad de las elecciones se van desgastado.
La ciudadanía debe rechazar que el acontecer político gire en torno a conveniencias particulares, que afecten el interés nacional. El país está cansado de este tipo de procedimientos y aspira a un manejo político que le devuelva la credibilidad a esa alicaída actividad.
Luego de la experiencia autoritaria de la administración anterior, existe la sensación de que se ha vuelto al escenario en donde partidos con poca legitimidad buscan interferir las ya golpeadas instituciones, a fin de controlarlas, manipularlas e instrumentalizarlas para determinados fines políticos. ¿Aprendimos? (O)