Una sociedad carente de justicia es una sociedad desmoralizada. En el Ecuador estamos desmoralizados por cuanto vemos que, desde hace 7 años, la administración de justicia fue asaltada por el correísmo. En efecto, en el apogeo del delirio populista, el ególatra con aires de redentor afirmó que “metería la mano a la justicia” pues, en su convicción de único poseedor de la verdad, debía tener una justicia sumisa.
En 2012, el pueblo incauto, presa fácil de la demagogia barata, del caudillismo desenfrenado, de su propia ignorancia, aprobó, en consulta popular, las reformas que facultaban la conformación de las cortes de justicia al interés del Poder Ejecutivo. Penosa realidad.
La descomunal corrupción instaurada en el gobierno anterior continúa destapándose día a día y vemos, absortos e indignados, que los esfuerzos de la fiscal General, Diana Salazar, chocan con las decisiones de jueces de la Corte Nacional que protegen a los sospechosos de corrupción.
Estamos próximos a la evaluación de los jueces de la Corte Nacional de Justicia que, ojalá, dé lugar a cambios que alienten la esperanza de una renovada justicia. Sabemos del tremendo esquema de sobornos que sirvieron para la campaña de Alianza PAIS. En los círculos más íntimos del presidente Correa circulaban sobres con dinero en efectivo, sobornos a cambio de concesiones del Estado a distintas empresas.
Los ilusos, o fanáticos, creen que el honesto e ingenuo Rafael Vicente nada sabía. Solo un zopenco no sabría lo que ocurre y, obviamente el señor expresidente no es precisamente un “limitadito”, para usar sus propias palabras. El círculo se va cerrando y el expresidente va perdiendo terreno al punto de creer que su obsesión de retornar al poder se va tornando en quimera.
Los ecuatorianos clamamos por justicia, para ver, como debe ser, a los ladrones tras las rejas; para ver, como corresponde, el dinero robado, recuperado; para que veamos, como aspiramos, un país que haya recobrado la fe e inicie el camino hacia el progreso. Una justicia efectiva nos repondrá la moral y elevará el espíritu que hoy está en soletas. ¡Ya es hora! (O)