Frente a la crisis de la investigación que existe en el Ecuador, reflejada en baja presencia y limitada competitividad internacional, coloniaje intelectual y científico, el Gobierno desarrollará la Yachay o Ciudad del conocimiento, que agrupará a la investigación ecuatoriana, ahora dispersa, en un conjunto de centros de alto nivel científico-tecnológico.
Parecería, por tanto, que concentrar la investigación, recursos y personal calificado en una Ciudad del conocimiento, apunta a ser una buena solución, aunque no la única, para un país pequeño y con ciencia limitada.
Una buena y urgente estrategia, en paralelo, mientras se hace realidad el proyecto, sería reforzar el apoyo a los centros y grupos de investigación existentes y probados; caso contrario, deberemos esperar algunos años, al menos cinco, hasta que se construya la Ciudad del conocimiento, lleguen los investigadores con PhD o Maestrías, se empiece a trabajar e investigar y, sobre todo, se produzcan conocimientos de repercusión internacional y publicables. De ahí la preocupación de los investigadores que se preguntan: ¿mientras tanto, qué hacemos?
Las universidades del país deben ser los centros de desarrollo científico y pese a que tienen la obligación legal de hacer investigación con fondos de su propio presupuesto, han cumplido su misión escasamente; por eso los cuestionamientos a su labor. Es crucial, por tanto, que hagan investigación de forma constante, auditada, con rendición de cuentas, medición de logros y con controles, cosa que jamás han tenido.
Otra preocupación de un sector de investigadores es la posibilidad de que la Ciudad del conocimiento quite recursos a los grupos de investigación existentes. De hecho, este momento ya no existen recursos de investigación para muchos centros. El riesgo de desfinanciar a universidades y centros de investigación parecería, entonces, real.
Todas las instituciones estatales y especialmente las del Gobierno central, encargadas de impulsar la ciencia en el país, deberán tener en cuenta esta inquietud de los científicos. Las universidades, por su parte, deberán destinar en sus presupuestos fondos propios para la ciencia.
Actualmente el monto que el Estado destina para formación de personal de investigación de alto nivel es importante y sin precedentes, lo que augura un buen futuro, en este aspecto, a la Ciudad del conocimiento. Pero mientras ésta se convierte en realidad, el desarrollo científico no puede seguir paralizado.