Aunque las guerras mundiales pasaron a la historia, hoy las invasiones, las guerras de baja intensidad, los bloqueos y las intervenciones militares abiertas o solapadas por medio de grupos mercenarios siguen ocasionando muertes violentas en muchísimos casos de personas inocentes: niños, mujeres, ancianos que nada tienen que ver con los conflictos internacionales.
Nos unimos a la denuncia universal del caso de los cinco jóvenes patriotas cubanos que fueron apresados abusivamente, hace 14 años, sindicados de un delito que nunca habían cometido: que estuvieran dedicados al espionaje al interior de los Estados Unidos, cuando ellos se habían infiltrado en los grupos terroristas que mantenían un plan de agresión contra su propio país, Cuba, con el auspicio de las organizaciones mercenarias dedicadas a desatar agresiones al pueblo cubano.
Uno de esos jóvenes fue condenado a la pena de 2 cadenas perpetuas, es decir que cumplida la primera hasta el final de su existencia, volvía a ser víctima de una irracionalidad, es decir, una nueva cadena perpetua.
Aberraciones como estas son las que engendran los niveles de violencia internacional que en pleno albor de un nuevo siglo, el 21, no cesa de generar dolor y muerte en amplios sectores de la humanidad.
Son incontables los muertos inocentes por todo el desate de violencia en el Medio Oriente por bombardeos a mansalva como los de Afganistán, Irak, Libia y ahora Siria.
En un ambiente de esta naturaleza se explica aunque no se justifica, la violenta muerte de diplomáticos norteamericanos, entre ellos el embajador en Libia y todo por la producción de la película ofensiva que afecta la religiosidad de los pueblos árabes, demostración del ánimo beligerante, agresivo y de violencia ilimitada que predomina en las relaciones de esos grupos humanos.
En lugar de reconstruir el histórico envío de marines para provocar más muertos, el gobierno norteamericano debería aprender la bíblica enseñanza de que "quien siembra vientos cosecha tempestades".
Es hora de que el poder político norteamericano admita que la justicia fue manipulada para condenar a los cinco patriotas jóvenes cubanos por la perversa presión de los grupos terroristas afincados en Miami y dedicados a agredir con todos los procedimientos a su propio país que ya dejó de ser su patria.
Nunca la justicia norteamericana pudo probar un solo acto de espionaje que los cinco cubanos hubiesen cometido para merecer ese exagerado castigo, que no tiene proporción porque ellos se dedicaban a impedir que los actos terroristas en contra de Cuba se pudieran cometer.
La administración de Obama tiene la obligación moral de disponer la revisión de esas condenas, conmutar esas absurdas penas y devolver a su patria a esos jóvenes antiterroristas.