Para el mundo entero, el pasado Cinco de Junio significó un recordatorio insistente sobre la necesidad de precautelar nuestro planeta, el medio ambiente, el entorno cercano y lejano, esa casa grande que es la tierra. Por supuesto que se hacen necesarias estas declaraciones para crear consciencia, para reflexionar y tomar acciones sobre lo que debemos hacer cada uno de nosotros como individuos y como grupos, como sociedad.
Más allá de las declaraciones y de las marchas, de los discursos grandilocuentes y hasta de la firma de convenios, es preciso cultivar una creencia íntima de que debemos actuar, basarnos en lo que la ciencia nos aconseja, dejar de explotar inmisericordemente lo que la naturaleza entrega con generosidad, pensar en formas de reparación a los suelos, cultivar el agua con la siembra de bosques y de especies apropiadas, y, aunque suene repetitivo y cansón, reciclar, reusar, reducir, que, a la larga, son las únicas formas de enmendar el daño y pensar en un futuro promisorio para la humanidad.
Las fechas recordatorias son como un removedor de consciencias, sirven para que sintamos más vívidamente lo que ya sabemos pero que olvidamos o no queremos tomar en cuenta, sumergidos en nuestro particular estado de confort que tan duras consecuencias puede tener para la supervivencia de la raza humana sobre el planeta.
En el Ecuador, el Cinco de Junio, además de la celebración global a la que hemos hecho alusión, tiene otra connotación, importante para nuestro país, es el aniversario de la revolución Alfarista, de aquella que significó la vigencia de los principios liberales con importantes conquistas de los derechos civiles como la educación y la participación de la mujer, así también el laicismo como política de estado.
En estos momentos en los que los valores aparecen como desvirtuados e imperan acciones que nada tienen que ver con el pensamiento en el bienestar de los otros, bien vale relievar la figura del máximo exponente de la revolución liberal, aquel viejo luchador, Eloy Alfaro, quien luchó por principios y por la defensa de esos cambios en los que creía profundamente.
Así, en el Ecuador, la celebración del día del Ambiente y el de la revolución liberal, se mezclan, se amalgaman y nos sirven para reflexiones y para enfrentar acciones con decisión y valentía.