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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Choque de civilizaciones

19 de noviembre de 2015

En su magistral obra Choque de Civilizaciones, el historiador estadounidense Samuel Huntington advertía que los conflictos de estas sociedades se agudizarían en el siglo XXI. La razón es el crecimiento de los países asiáticos en contraposición con las potencias industrializadas de Occidente.

Hasta donde uno ve, nadie le está quitando nada a los musulmanes extremistas, más bien se insiste en que respeten las leyes de las mayorías y el criterio de una democracia.

Los niños musulmanes son sometidos a las llamadas ‘madrazas’, que son escuelas en donde se imparten conceptos radicales y se responsabiliza de todos los males de los árabes al imperialismo norteamericano, en primer término, y a los demás países capitalistas de Europa que, en su momento apoyaron la esclavitud, la exclusión y la explotación. Aunque esos tiempos han sido ampliamente superados, los radicales árabes opinan que se debe destruir a los descendientes del autoritarismo imperialista, aun cuando no tengan nada que ver con sus gobiernos.

Los yihadistas asesinan sin ningún miramiento y, para ellos, la vida de aquellos que consideran infieles no tiene ningún significado.

La de ellos tampoco, siempre y cuando la sacrifiquen para eliminar a quienes ellos definen como infieles, pero ocurre que, desde los tiempos de la Revolución Francesa, se acentuó en la humanidad el respeto por la vida humana.

Como consecuencia de la invasión de George Bush hijo a la República de Irak, se han desatado fuerzas que se creía estaban ‘dormidas’, bajo el control de Hussein. Ahora, hemos heredado el odio de los chiítas contra los sunitas y viceversa, pero es aún peor, el resentimiento contra la civilización occidental.

No advierten los yihadistas que en Occidente el respeto a la vida es uno de los más altos valores, y que en algunos casos, un homicida o un suicida se encasillan como personas socialmente desadaptadas.

Con el horroroso atentado del viernes pasado a la ciudad de París, con un saldo de 129 muertos, el Califato Yihadista acaba de suscribir su propia sentencia de muerte. Nadie va a inmutarse cuando se le pase factura a esos desalmados y ningún occidental reaccionaría indignado cuando un dron americano o ruso destruya sus instalaciones militares.

Primero, las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001; luego, el atentado a los trenes de pasajeros de la estación Atocha de Madrid, que se conoce como el 11-M, con más de 191 víctimas fatales, en 2004; posteriormente, el atentado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo, que dejó un saldo de 12 muertos, después el bombardeo a los buses en Londres y, recientemente, la explosión del avión de turistas rusos en Egipto, con 224 fallecidos, se completa el terror de los yihadistas por castigar a los pueblos de Occidente.

¿Habrá más? Claro que sí. Esta guerra no acabará mientras no sea extirpado el tumor terrorista. Si es posible hacerlo o no, es cuestión de Occidente, pero hasta entonces, habrá mucho dolor y muerte. (O)

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