La identidad manabita es joven, poco menos de 200 años, aunque su cultura pluriétnica es muy antigua. Como casi todas las identidades territoriales construidas en la época moderna, esta ha sido impulsada por las elites, diestras en lidiar con las tensiones internas y la dispersión socio espacial, característica de Manabí.
La relación entre las localidades manabitas se entiende a partir de los ejes económicos sociales que se desarrollaron durante los ciclos de penetración, auge y crisis de la economía capitalista, regular e irregular. Contrapesando al sur, se desarrolló en el norte el eje conformado por el centro agrícola-ganadero de Chone y el puerto internacional de Bahía de Caráquez, activo hasta principios del siglo XX. Portoviejo, la capital, ha funcionado como bisagra para la unidad de una provincia, que desarrolló una oligarquía regional en el siglo XIX, dispuesta a enfrentar desde la periferia el acecho del Estado central oligárquico y sus fracciones.
En medio de la complejidad regional, Chone se convirtió en un centro económico con identidad local propia. El área estuvo poblada durante la Colonia por indios jama-coaque y afrodescendientes, los mangaches. En el siglo XIX, inmigrantes y criollos del sur usaron el aparato estatal para apropiarse de las tierras cacaoteras y sometieron la mano de obra campesina, incluyendo niños.
A finales del siglo XX, la agroexportación entró en crisis al mismo tiempo que avanzaba el estado neoliberal en el Ecuador. En ese contexto nació una generación segregada, que poco a poco se convirtió en la sabia de grupos armados urbanos ligados a actividades ilícitas, muchos de los cuales actúan en Manta.
Chone expresó la crisis provocada por el neoliberalismo, no solo con manifestaciones de violencia, sino también con discursos de identidad local. Todos sus grupos sociales comenzaron a lucir con orgullo el eslogan “100 % chonero”, que se ha convertido en distintivo cultural y de productos gastronómicos, como el famoso queso.
En Chone hubo varios intentos de desarrollar proyectos ilustrados con olor a montaña, pero no llegaron a florecer. Algunos intelectuales importantes, como Oswaldo Castro, autor de La mula ciega, son nativos de ese lugar. Todo lo bueno que ha generado Chone es obra de su gente. Lo malo, ha sido producto del olvido de nuestra ruralidad. Mi homenaje a los campesinos puros de Chone. (O)