El cacao es consustancial a la historia de Ecuador como lo es el chicle a los gringos. El cacao financió las guerras liberales, creó los primeros bancos conservadores, forjó la riqueza de Guayaquil y de gran parte de la Costa, de ahí el apodo de “gran cacao” a la gente que decía tener dinero. El cacao siempre ha sido sinónimo de orgullo y hasta de la soberbia en la que caen algunos de los ahora llamados pelucones.
Nuestro encuentro con el cacao se da de niños, cuando su aroma inunda nuestras mesas y lo tomamos caliente en la fría mañana, luego es el chocolate que nos empalaga de adolescentes, probablemente es el regalo que damos a la primera novia y lo primero que el médico nos prohíbe cuando subimos de peso.
Razones de su ingesta son muchas, pero que su consumo produce en nuestro cerebro endorfinas que son las mismas que generamos cuando estamos enamorados, realmente lo hace adictivo, de hecho, en España se dieron por regalar chocolate en los bares por las madrugadas y el nivel de peleas bajó considerablemente.
En las antiguas plazas, de la mano de nuestras abuelas veíamos unas tortillas nada agradables de pasta de cacao, que luego con amor y paciencia se convertía en la dulce bebida que era sagrada para los Mayas y que los españoles robaron como quien se lleva lo que en efecto fue: un tesoro, del cual se han apoderado los suizos.
En cualquier país del mundo siempre encuentro muchas presentaciones de chocolate, diría que varias por cada ciudad y como souvenires siempre vienen con fotos de los lugares que visito.
En Ecuador, donde nace el cacao, las presentaciones son pocas, en su mayoría industriales, poca presentación artesanal y casi cero como souvenir. Seguimos viendo las viejas tortillas de pasta de cacao que deben ser hervidas, aunque ahora que está de moda el chocolate amargo, no falta quienes las venden al turista como chocolate amargo al cien por ciento, lo que seguro enviará al retrete por varios días al visitante.
La pasta de cacao tiene que ser batida por muchas horas para que se convierta en chocolate, proceso llamado enconchado y que lo hace una simple máquina que también sirve de surtidor para rellenar un vaso con frutas, para simplemente exhibir el chocolate y difundir su aroma o para ponerlo en una manga y llenar los moldes.
Estas maquinitas abundan en Brasil; pero en Ecuador no existen, lo que no nos permite elaborar un buen chocolate y menos darle formas comerciales o de souvenires al cacao que ahora también se produce en la Amazonía, donde no existe ni una chocolatería.