Napoleón Bonaparte dijo “China es un gigante dormido. Déjenla dormir, porque cuando despierte, sacudirá el mundo”. Profética la opinión.
El comunismo de corte agrario y feroz con la disidencia, impuesto por Mao Tse-Tung, supuso un estancamiento económico terrible que provocó hambrunas catastróficas como resultado de las políticas como el “gran salto hacia adelante” y la “revolución cultural”. Estas hambrunas y la postración económica implicaron decenas de millones de muertes, expresión indudable del fracaso del pensamiento y la acción comunista.
Tras la muerte de Mao, Deng Xiaoping se constituyó en el arquitecto de la reforma y apertura de la China, a través de la liberalización de la economía. Curiosamente, en la práctica, China se convierte en un país evidentemente capitalista que progresa espectacularmente a base del ingreso de grandes capitales desde occidente y de la mano de obra barata de los empleados y obreros chinos. El comunismo queda en el discurso y la propaganda y, ciertamente, en la falta de libertad de expresión, en el control de los medios de comunicación y de la internet. En contraste con los países comunistas europeos incluida la Unión Soviética, que nunca prosperaron económicamente por la naturaleza de su pensamiento económico, y en los que el comunismo sucumbió también por la pobreza y el descontento de sus ciudadanos, el “comunismo” chino, en realidad capitalismo, produjo el más grande crecimiento económico de país alguno, en la historia, en las últimas tres décadas. Este bienestar económico es un factor que ha adormecido la protesta social.
Estados Unidos, única superpotencia tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, empieza a perder tal condición cuando, el descomunal crecimiento económico, el desarrollo del poderío militar y una audaz agenda de influencia diplomática de China, la colocan en primer plano, estableciendo un mundo bipolar. Una gran paradoja de la historia ha sido que el capitalismo desenfrenado y la ambición de las empresas estadounidenses alimenten el crecimiento y poder de su monumental rival. Miopía política del capitalismo occidental que hoy le pasa factura económica y de influencia política. (O)