Quien gane las elecciones en segunda vuelta tendrá un escenario muy difícil. Tan difícil que a lo mejor se convierte en una pesadilla descomunal de la que cueste mucho despertar. Si ganaría Lasso, un ser humano bien intencionado, poco carismático y que lleva la mochila de plomo de ser banquero, tendría mucha dificultad de recuperar la economía en un período de cuatro años. Es injusto el que se lo menosprecie por ser banquero, actividad indispensable en el mundo, y más injusto todavía el que se lo vincule con el feriado bancario.
Su caso fue analizado en el gobierno de Correa y se estableció que no había algo que pueda imputársele. Los banqueros corruptos, los del feriado bancario, fueron a la cárcel o fugaron y sus bancos quebraron y fueron liquidados. No obstante, el estigma de ser banquero es imborrable. Si gana Lasso, cuatro años representan muy poco tiempo para dar la vuelta a la economía, especialmente cuando tendrá a una Asamblea Nacional atomizada en la que el ánimo de protagonismo generaría una oposición feroz. Tendría, así mismo, la oposición feroz del prófugo que desde Bélgica ha demostrado su poder e influencia como parte de una obsesión y compulsión delirante que raya en la hipomanía pero que, sin duda, es efectiva.
Si gana Arauz, la debacle está garantizada. A diferencia de su ídolo y manejador que dispuso de dinero a raudales que lo robaron y despilfarraron, el señor Arauz entraría a un gobierno lépero. Sus demagógicas ofertas, si las cumple, hundirían más a la economía y su popularidad se erosionaría. A diferencia de su ícono que gobernó con una Asamblea obsecuente y servil, recuerden a los “alza manos”, el señor Arauz tendría que gobernar con una Asamblea de oposición.
A diferencia de su “gran hermano” que poseía carisma natural y que encantaba al pueblo con su verbosidad, histrionismo y sofismas bien construidos, el señor Arauz apenas ha aprendido de memoria una serie de frases y nuevos sofismas que no puede argumentar. La dolarización se perdería y la miseria se extendería. El camino de Venezuela se perfilaría. Sin embargo, hay unas pocas diferencias importantes: Ecuador ya vio las bondades de la dolarización y la posibilidad o realidad de su desaparición no sería tolerada; las Fuerzas Armadas ecuatorianas, gloriosas vencedoras en el Cenepa, no se venderían por un plato de lentejas; y, finalmente, el pueblo ecuatoriano no toleraría el descalabro pues, aunque aletargado en los últimos años, ha construido historia con rebeldía y ansia de justicia.
Los otros candidatos presidenciales que en el argot político califican como chimbadores, tienen la obligación de salir a las calles para defender la democracia y contener la debacle, si acaso el señor Arauz ganaría las elecciones y conduciría al Ecuador por el camino de Venezuela. Si ganaría Arauz, los chimbadores serían corresponsables.