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El Telégrafo

Cerezos y globalización

10 de abril de 2011

Moisés Naim
Tomado de la edición digital de El País

Cerezos en flor y marchas antiglobalización. Durante años, estos fueron los ritos de la primavera en Washington. Ya no. Los bellísimos cerezos siguen floreciendo, pero las manifestaciones callejeras se han ido apagando. Antiguos países pobres tienen ahora economías fuertes, y muchos de los ricos están arruinados

Las protestas primaverales coincidían con las cumbres que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial celebran cada año por estas fechas en la capital estadounidense. Los manifestantes, numerosos y venidos de todas partes, protestaban contra el libre mercado, la pobreza o la política exterior norteamericana. También tenían exigencias específicas como, por ejemplo, frenar las reformas económicas (austeridad fiscal, privatización, liberalización comercial, desregulación) que el FMI y el Banco Mundial imponían a los países como condición para otorgarles créditos. O cancelar las deudas de los países pobres con los bancos internacionales. O abolir los acuerdos de libre comercio. Frecuentemente, estas marchas terminaban en enfrentamientos con la Policía.

Este año seguramente habrá algunas concentraciones, pero serán menos multitudinarias, tumultuosas y visibles que las de antes. ¿Por qué? ¿A dónde se han ido los manifestantes?

Las respuestas son interesantes, ya que el ocaso de estas protestas es sintomático de importantes cambios en el mundo.

En primer lugar, las reformas económicas que el FMI exigía a los países como condición para ayudarlos financieramente ya no son tan controvertidas. Casi todos los países las han aplicado por su cuenta. Por otro lado, el FMI y el Banco Mundial se han vuelto menos dogmáticos. El FMI, por ejemplo, acaba de adoptar una política más tolerante hacia los controles que algunos países imponen al capital extranjero, cosa que antes era anatema.

Tampoco parece haber motivos de peso para protestar contra los acuerdos de libre comercio: esas negociaciones mundiales llevan más de una década estancadas. Y el apoyo a las políticas sociales es ahora una prioridad.
Pero hay cambios aún más profundos. Durante décadas, los países en desarrollo asistían a las reuniones del FMI / Banco Mundial para obtener nuevos préstamos y negociar las transformaciones que emprenderían a cambio de obtener el dinero. En estos encuentros recibían arengas de los países ricos exhortándolos a llevar a cabo reformas políticamente difíciles pero necesarias para fortalecer sus economías. A su vez los banqueros privados esperaban en sus lujosos hoteles a la procesión de ministros de Economía que venían a mendigar créditos o a persuadirlos de lo atractivo que era invertir en sus respectivos países.

Ese mundo ya no existe. Los países pobres de antes tienen ahora economías fuertes y enormes reservas internacionales, mientras que muchos de los países ricos están en bancarrota.

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