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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

Celebraciones sin tragos

13 de diciembre de 2022

Durante la semana pasada me tocó estar en Marruecos, en varias de sus hermosas ciudades, asistiendo a un Campus de Excelencia, junto con Premios Nobel y ex Jefes de Estado de diversos continentes, en donde tratamos fundamentalmente respecto del impacto de la ciencia, de la política, de la educación, en el modelamiento de las sociedades, tal vez en el de las nuevas sociedades; se dieron sesudas ponencias y hubo también la oportunidad de dialogar con jóvenes de varios países africanos.

Pero también a lo largo de estos últimos días, pudimos ser testigos del júbilo de la población marroquí con los resultados de los últimos partidos de fútbol llevados a cabo en Qatar, primero frente a la selección española y luego frente a la de Portugal, en los dos casos Marruecos se llevó el triunfo y, por supuesto, como en cualquier país del mundo, salieron a relucir las banderas, las camisetas, los pitos, y la gente se expresó con algarabía, con abrazos y hasta con lágrimas, celebrando el triunfo de su equipo.

Sin embargo, una de las cosas que llamó favorablemente mi atención y la de los compañeros de viaje, fue la no presencia del alcohol en estas celebraciones, lo que contribuye para que no se produzcan desmanes, al menos en los lugares públicos por los que pasamos, sobre todo la plaza central de Marrakech, atestada de gentes, por la que casi no podíamos movernos, pero sin los excesos que produce el abusivo consumo del alcohol.

La verdad es que ha sido una grata experiencia disfrutar de estos dos triunfos de la selección marroquí durante estos días, ver el júbilo y el alborozo de su pueblo, pero sin los excesos que, desafortunadamente, acompañan con frecuencia a las justas deportivas.

Esto no quiere decir que estemos a favor de las prohibiciones, pero si somos favorables a la contención, al auto control, a la moderación, que tan buenos resultados puede arrojar.

Si a esto sumamos los desastres que el alcohol trae a tantas familias, a parejas, vale la pena reflexionar sobre estas costumbres y en el daño que causan al convivir ciudadano y social.

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