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El Telégrafo

Celac

05 de diciembre de 2011

Desde la época de la independencia, sobre la naciente América Latina empezaron a manifestarse los intereses capitalistas de Europa y los Estados Unidos. Pero aun sobre el fraccionamiento inevitable que implicó la creación de una veintena de repúblicas, no faltaron los esfuerzos integradores de la región, que cristalizaron, aunque solo temporalmente, en la Confederación Centroamericana, la Peruano-Boliviana y la Gran Colombia.

Los intereses europeos y norteamericanos actuaron contra la integración latinoamericana. Así lo experimentó el propio Simón Bolívar cuando reunió el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826). También desde aquella época los Estados Unidos, a través del “americanismo” proclamado por John Q. Adams y particularmente por James Monroe (1823), garantizaron su presencia y su expansionismo sobre América Latina.

Por eso, el radical liberal ecuatoriano Eloy Alfaro (1842-1912) convocó a un congreso continental que, boicoteado por los diplomáticos norteamericanos, apenas pudo reunir en México (1896) a pocos países que, sin embargo, acordaron una contundente declaración que impulsaba a sujetar la “doctrina Monroe” a una legalidad y juridicidad continentales, y no al capricho estadounidense.

Al comenzar el siglo XX se impuso el “Panamericanismo” inspirado por los Estados Unidos. Y, desde entonces, han sido las estrategias continentales de este país, las que han hegemonizado sobre América Latina, incluyendo a la OEA (1948), que nació bajo el supuesto de una comunidad basada en la soberanía de los países de la región. La historia latinoamericana contemporánea está repleta de acciones y políticas estadounidenses destinadas al control estratégico del continente.

Después de doscientos años de historia latinoamericana por la construcción de su propia soberanía, y ante el fracaso mundial de las instituciones creadas tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) para alentar los intereses comunes de la humanidad y defender precisamente la soberanía de los pueblos, América Latina ha pasado a ser pionera en la búsqueda de nuevas opciones económicas e institucionales para el continente.

En ese marco, la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos-Caribeños (Celac) es el paso más importante que se ha dado desde la época de las independencias. Porque implica excluir de la región a los Estados Unidos, determinar nuestras propias estrategias y cumplir, de paso, el sueño de Bolívar, que tuvo exactamente esa misma visión sobre el continente.

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