En los últimos días hemos escuchado algunas declaraciones del ex presidente mexicano Vicente Fox -contumaz defensor del ALCA- el cual vino al país a dar una “Conferencia sobre Gobernabilidad” y, claro, haciendo la respectiva visita publicitaria y de propaganda en algunos de los actores políticos mediáticos de nuestro país se ha referido, nuevamente, a los procesos que los gobiernos de izquierda están implementando en la región.
Como era de esperarse, siguiendo su trayectoria de la vieja y rancia derecha hacendataria mexicana, considera que todo proyecto de izquierda por naturaleza violenta la democracia o que tienden a ser “regímenes autoritarios, centralistas y populistas” (Ecuavisa: 8 de junio).Con ese discurso recorre los países latinoamericanos antes y después de todo proceso electoral. Es fácil comprender quiénes lo invitan y para qué.
El resultado es que este ex presidente ha sido criticado en todos los países, no solo por dar opiniones acerca de asuntos internos, sino por lo rudimentario de sus análisis, los cuales están plagados de prejuicios morales. Ahora, el rol de consejero, por último, sería aceptable si, cuando fue presidente de México, su gobierno hubiese sido ejemplo o referente en todo sentido para Latinoamérica, pero no fue así.
Gobernó México entre el 1 de diciembre de 2000 al 30 de noviembre de 2006. En campaña lanzó sus famosos “10 puntos de compromiso”, uno de los cuales planteaba, por ejemplo, un crecimiento del PIB al 7% anual. La realidad fue que, durante los seis años, México creció al 2,3%. Prometió la creación de casi un millón y medio de empleos por año. En realidad solo creó 224 mil empleos por año (ASF/2006), obteniendo los peores resultados en 18 años. En términos de competitividad, México retrocedió del lugar 42 al 64.
Durante el régimen foxista, la deuda pública aumentó en 400 mil millones de pesos mexicanos bajo la modalidad de encargar la ejecución de obras a empresas privadas (Pidigeras), sobre todo en el campo del petróleo y electricidad. Deudas que entre 2007 y 2012 llegan a 889.650 millones de pesos y que tiene que pagar el actual presidente Calderón y las futuras administraciones hasta el año 2045.
El ahora experto fue quien criticó a la Argentina de Kirchner, al Brasil de Lula, con quien rompió unilateralmente el acuerdo de amistad y cooperación, además de exigir a los brasileños como a los ecuatorianos visas para ingresar a su país. Ni que se diga de su promesa de “poner fin al sistema de complicidad y de privilegios y a combatir la corrupción sin salvedades”, basta ver lo que pasa en México con la corrupción y la violencia del narcotráfico.
No es fácil entender cómo alguien que obtuvo pésimos resultados como gobernante ahora pretenda darnos cátedra de gobernabilidad y, peor aún, consejos político-morales. Es parecido al caso de Mahuad que, después de ser derrocado, fue a dar cátedra de gobernabilidad en Estados Unidos. ¡Qué desfachatez!