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El Telégrafo
María Fernanda Orellana

Candidatura política y la gente

30 de noviembre de 2019

El rostro de un candidato o candidata hoy, en un Ecuador del siglo XXI, es uno que pueda permanecer en el tiempo, que se identifique con intereses comunes. Es necesario que quien desee ser candidata responda a los principios que forjan su carácter, tal como lo expresa Stephen R. Covey, lo que permanece es el carácter y no la persona. Lo que finalmente aparece en campaña como en la gobernabilidad es el “ser” que corresponda a un “parecer”. Los dos forman una dialéctica constructiva del candidato.

Entre un candidato y la gente existe casi una relación conyugal, la comunicación interpersonal es primordial, basada en el otorgamiento de las bondades de sus partes, el manejo de la empatía y sobre la mesa los intereses propios de la negociación para el éxito de esa relación. Es como lo que dice el autor ut supra, un “ganar-ganar”, las relaciones en política, y todas, se basan en esta filosofía. Cuando dos saben que ganan, cuando todos ganan de alguna manera, la relación permanece en el tiempo. Pero es necesario antes haber donado, haberse dado.

Al respecto, en el Congreso Iberoamericano de Comunicación Política-Quito, en el que representé a Polcom, de Argentina, el consultor colombiano Javier Cabrera se refirió a que Latinoamérica necesita líderes inspiradores, que es difícil traicionar la esencia del “ser”, es decir, que tarde o temprano cae la máscara tras el discurso político. Entonces, el éxito de las relaciones políticas es mostrarse tal cual, generar confianza, hablar con la verdad, ofrecer tres cosas que se cumplan y no tantas imposibles.

Escuchar, mirar a los ojos y no distraerse en las conversaciones de celular. Humanizar la escucha, volver a humanizar el diálogo, tratar como queremos que nos traten. Ser, parecer y convencer, dejar el “ego” a un lado para crecer en el espejo de los demás. La relación política finalmente es una relación conyugal por lo que dice Carol Hanisch (1970): “Lo personal es político”; lo dice la gente en las urnas. (O) 

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