Las pandemias han estado presentes en la historia como algo connatural a la existencia, cobran millones de vidas poniendo en aprietos incluso a naciones poderosas. Teatro, ópera, cine, literatura han tratado de pestes terribles sufridas por el ser humano. En “Plata quemada”, obra de Ricardo Piglia, Malito “A veces se imaginaba a las mujeres y los chicos por la calle con guantes de cirujano y caretas antigérmenes, todos enmascarados en la ciudad, para evitar las enfermedades y el contacto”. La ficción cada vez es más la realidad, y el mundo lo siente.
A diferencia de antaño, gracias a los avances de la ciencia y la tecnología conocemos numerosas aristas de estos episodios que se repiten cíclicamente dejando graves secuelas, por lo que, en teoría, podremos prepararnos mejor para hacer frente a nuevos eventos. Pero eso no ocurrirá automáticamente, solo porque el miedo cunda en el planeta lacerando las fibras más delicadas de la gente, por lo que es obligatorio aprender la lección y enfocarnos en asegurar el porvenir, cuestión que dependerá en alto grado de definiciones urgentes a cerca del rol del Estado en materia de salud, infraestructura y equipamiento, formación del personal, e investigación científica.
Por responsabilidad conviene preguntarnos: ¿Qué dicen y ofrecen los candidatos al respecto, más allá de sus variopintos planes de gobierno escritos y de sus discursos prefabricados? La solución a estos problemas requiere decisiones, inteligencia plasmada en proyectos realizables, e ingentes recursos económicos, pero, ante todo, voluntad política de las autoridades. Así que ojo, en 2021 no entregaremos el poder a cualquiera, sino a quien tendrá el deber de administrar “la madre de todas las crisis”, que ahora golpea al país en lo moral, social, económico y sanitario. De paso hagámonos un favor, castiguemos con el voto a los aventureros de la política, expertos en medrar del populismo y la angustia colectiva. (O)
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