Durante la semana, los ecuatorianos conocimos la renuncia del Vicepresidente de la República, suceso esperado, que ha marcado la agenda política y el comportamiento de los diferentes actores.
Guillermo Lasso de forma apresurada, anunciaba que solucionaría los problemas del país en 100 minutos, oferta demagógica y cuestionada en redes sociales.
El correísmo, por su parte, lanzaba la “Unión por la Esperanza”, de la mano de Jimmy Jairala, quien le entrega su partido a la fracción afincada en Fuerza Compromiso Social; mientras el cantante argentino Diego Torres prohibía el uso de sus temas.
A la vez, el Partido Social Cristiano promociona sus precandidatos Cristina Reyes, Henry Cucalón, Henry Kronfle y César Rohón. Y Luis Fernando Torres, quien heredó el cargo de legislador a su hijo Esteban Torres, intenta un acercamiento con Sonnenholzner desde la derecha más rancia, los “vox criollos”, los adoradores de la Reina de España, esa derecha desbocada, que desconoce de derechos de las mujeres; en fin, un minúsculo sector que nada tiene de liberal, pero mucho de oportunista.
Sin duda, este primer movimiento de actores muestra la fortaleza de una posible candidatura de Otto Sonnenholzner, quien sutilmente se distancia del gobierno y se posiciona como la alternativa al correísmo. Su éxito dependerá de las fuerzas políticas que lo acompañen, deberá ser el candidato del centro, no de los extremos, ni de viejos politiqueros. Deberá ser equilibrado, coherente, ser el candidato de la clase media, y penetrar en los sectores populares, los más golpeados por la crisis. Ahí está la disputa con la revolución ciudadana.
Lograr escaños en la Asamblea Nacional es un objetivo de todo candidato presidencial, pues es posible la gobernabilidad con un bloque político fuerte, sin camisetazos.
La tarea de cambiar el país, no es fácil, pero hay que buscar a los mejores aliados. Finalmente, la política solo es útil cuando sirve para mejorar la vida de la gente. (O)