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El Telégrafo

Cáncer en América Latina (II)

12 de mayo de 2013

El artículo The Lancet (http://goo.gl/jyS9M) sobre planificación y control del cáncer (Ca) en América Latina (AL) y el Caribe, sostiene que la región representa solo el 6% de los gastos financieros del mundo para combatir el Ca, pese a que registra el 61% de casos de esta enfermedad, con una mortalidad de 1,6 veces superior a la de los países ricos, que utilizan el 88% de medicamentos nuevos.

Agrega que los países pobres deberían invertir 217 mil millones de dólares para eliminar la “brecha de financiación” y encaminarse a invertir con el esquema de compra de medicamentos, tecnología y conocimientos a las transnacionales farmacéuticas, y promover el aseguramiento privado, ya que, por una insuficiente inversión, mueren más de Ca los pobres que los ricos.

Según el estudio, pocos países, México, Argentina, Costa Rica, Chile, tienen programas preventivos. Hay escasas referencias sobre el Ecuador y se asume que es parte de los países que poco hacen frente al cáncer. Se mencionan los estudios del Ca en la Amazonía y cifras de la OPS del 2009. Nada se dice de las actividades del Instituto Nacional del Cáncer (SOLCA) o de las campañas de prevención de Papiloma Virus en cuello uterino, de Ca de mama, colon, estómago o del Helicobacter pylori.

El cáncer es un problema en el mundo. Aumenta su incidencia y mata gente. Hay que prevenirlo, investigarlo, entenderlo y tratarlo, pero su origen no es la pobreza, la ruralidad o la desidia de gobernantes ingenuos. El cáncer tiene determinantes biológicas y genéticas, y otras socio-ambientales. Atribuirlo a la falta de atención médica del 54% de la población de AL, a barreras del idioma, no disponibilidad de herramientas diagnósticas, acceso limitado a medicamentos del 40% de la población, falta de educación en prevención, o analfabetismo, es no mirar el conjunto. Pasar por alto a los responsables de la contaminación ambiental que violan normas de bioseguridad para proteger sus ganancias; omitir el comercio de pesticidas y contaminantes, incluido el DDT, sin responsabilizar a los fabricantes; o esquivar las contaminaciones de petróleo e industrias en las poblaciones, es promover una ceguera ideológica, reemplazada por un lenguaje científico-técnico y, sobre todo, es seguir analizando la salud de AL con una visión colonial.

Si el compromiso con el Ca fuera equitativo, debería plantearse la liberación de patentes, el abaratamiento de medicamentos con propiedad o restricción de uso, la apertura tecnológica a bajos precios. Nada de esto menciona el estudio y al final, el esquema de análisis es el tradicional y sigue priorizando las finanzas.

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