Además de los viejos problemas y dificultades legados por un pasado oprobioso, la Revolución Ciudadana ha debido enfrentar problemas de nuevo tipo, algunos de los cuales son resultantes de su propio éxito. Uno de ellos ha sido la falta de silos y bodegas suficientes para almacenar la creciente producción de cereales y leguminosas, resultante de su exitosa política de estímulo a la producción agropecuaria.
Cosa similar ha ocurrido en el campo educativo, donde los cambios en la educación pública han vuelto atractivo este servicio estatal y determinado una masiva migración de estudiantes desde la educación privada. Eso ha incrementado en más de un 30 % la matrícula en las escuelas públicas, lo cual es bueno para el país, pero ha puesto a correr a las autoridades educativas para dar respuesta a esa masiva llegada de alumnos.
Esto ha venido a constituirse en un verdadero reto histórico para el gobierno de la Revolución Ciudadana, que se ha empeñado en hacer de la educación el gran medio de renovación espiritual, modernización tecnológica y equidad social del Ecuador.
La respuesta del Ministerio de Educación ha sido digna del nuevo Ecuador: en un tiempo récord se ha construido en el litoral 30 campamentos educativos, con 600 aulas en total, para atender a 300 mil nuevos estudiantes. Y no se trata de carpas ni barracones de emergencia, sino de aulas provisionales muy bien construidas y que cuentan con todas las facilidades esenciales: mobiliario escolar, material didáctico suficiente, aire acondicionado, etc. Además, los campamentos cuentan con baños, canchas y áreas de recreación.
Un papel protagónico ha tenido en todo esto el joven ministro de Educación, doctor Augusto Espinosa, al que el país ha visto enfrentando personalmente esta emergencia educativa, atendiendo con buen ánimo los reclamos de los padres de familia y dándole al asunto una pronta y eficiente atención.
La idea de los campamentos educativos nos parece creativa y digna de aplauso, no solo porque ha resuelto una emergencia social, sino porque con ello ha encontrado solución para un viejo problema de la educación pública, cual es el de las tristemente célebres escuelas unidocentes’ del campo, donde un solo profesor, en una sola aula, debe atender al mismo tiempo a niños de varios grados.
El sueño del presidente Correa y del país entero es que haya Escuelas del Milenio en todas las zonas olvidadas del país. Pero mientras ese sueño avanza y esas escuelas de excelencia se construyen, los campamentos educativos vienen a ser una buena medida de transición entre el ayer oprobioso y el futuro anhelado.