El poder, como concepto y puño de acero, define al ser humano. El poder puede ser funcional, político o económico y siempre se divide en dos categorías: 1. Poderosos con poder; y, 2. Poderosos sin poder. Estudiémoslos:
Cuando a una mente cultivada, estudiada, segura, sin complejos de inferioridad, le entregas un tráiler, lo conduce respetando su carril, cediendo el paso a los más pequeños, respetando los límites de velocidad y estacionándolo donde corresponde. ¿Por qué? Porque el tráiler no lo define como ser humano.
Cuando a una mente minúscula, carente de educación, insegura y con complejos de inferioridad, le entregas un tráiler, lo conduce atropellando, cerrando el paso, con exceso de velocidad y lo estaciona ocupando todos los lugares posibles. ¿Por qué? Porque el tráiler lo define como ser humano.
La explicación: los cerebros cultivados ven en el tráiler un medio de transporte, mientras los cerebros vacíos lo ven como un medio de dominación. Quienes están seguros de sí mismos tienen un poder más grande que un camión: el de sus propios cuerpos. Quienes saben que son insignificantes encuentran en el tamaño del camión su único medio de poder.
Esta analogía sirve también para el uniforme. Los uniformados tienen en sus manos el control del poder coercitivo del Estado. Sin uniforme, en su desnudez, son uno más de nosotros. Sólo basta ver cómo se lleva el uniforme para saber si el uniforme hace a esa persona o si esa persona hace al uniforme.
Por eso esta columna está dedicada tanto a los cerebros como a las amebas. Ahora necesito que graben estas palabras en su memoria: no olviden que a un humano con poder, cuando le quitas el poder, sigue siendo humano. Nunca olviden que un perro callejero deja de ser callejero cuando le entregas poder, pero cuando se lo quitas, sigue siendo un perro callejero.
Hoy observo a poderosos valiosos y poderosos sin valor. ¿Siento miedo? Mucho. Miedo de los ídolos de barro que quieren el poder. Terror de los especímenes insignificantes que hoy tienen credibilidad y sueñan con el poder. Pánico de algunos donnadies que hoy tienen poder. Por eso añoro, que un día, quienes son poderosos sin poder, tomen el poder simbólico para siempre.
Añoro aquello… la ingenuidad es mi pecado. A veces olvido que los poderosos con poder son más, porque más son los cadáveres cerebrales que los alimentan. (O)