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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Caminando entre tanto Neandertal

26 de agosto de 2019

Cuanta mojigatería existiría en quien niegue ese irrefrenable instinto de desahogar la ira en la masa encefálica del criminal. Cuanta hipocresía se percibiría en quien no admita su necesidad de volver a su estado animal y suprimir al humano.

Pero para su suerte, gracias al sacrificio (literal) de las mentes más ilustradas y solemnes de nuestra historia, usted ya no puede ser una horda enardecida frente a la hoguera, la guillotina o la horca. Gracias a la evolución del pensamiento se logró que la civilización se divorcie de sus instintos y se case con la razón.

Perder la objetividad es el tumor más maligno que tiene el ser racional. Por ello no temo en decirlo y gritar a los cuatro vientos que, si alguien asaltase a mi esposa y a mi hijo, y luego me dijese “cuando salga te voy a matar”, yo también lo patearía en la cabeza, indubitablemente. Pero eso, eso, únicamente deben esperar de mí.
No esperen eso de las Fuerzas de Seguridad del Estado, precisamente porque quienes las integran no somos ni usted ni yo. Quienes las integran han sido entrenados para evolucionar. Ya no pueden ejecutarte sumariamente con un disparo en la nuca como en el régimen nazi; ya no pueden violarte por placer previo a leerte tus derechos como en el régimen soviético; ya no pueden torturarte para que digas la verdad al tenor de su guion, como en la Francia medieval.

Sé que la delincuencia nos hace delirar, pero antes de esa delincuencia, en el mundo entero, la violencia era la prerrogativa del poder. Quienes gobernaban eran dueños de nuestros cuerpos y de nuestras llagas. La evolución del uso progresivo de la fuerza, como una prerrogativa del respeto a los Derechos Humanos, no es obstáculo para que haya Justicia, sino que es un logro, gigantesco, de la humanidad.

Exíjanme a mí que reaccione violentamente ante un criminal, pero por favor, exíjanle al policía que suprima su gen salvaje, pues fue entrenado y capacitado para no ser bárbaro, como usted o como yo.

Duerma hoy pensando que si es de los que cree que los Derechos Humanos son un estorbo, entonces mañana, cuando usted sea un estorbo, no deberá invocar a los Derechos Humanos. Despierte mañana meditando, al actuar y opinar, que para quienes luchan por los Derechos Humanos debe ser duro, frustrante, agotador, pelear por los derechos de todos frente a las enajenaciones mediáticas y, al mismo tiempo, tener que caminar entre tanto Neandertal. (O) 

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