En Ecuador, el modelo empresarial de desarrollo, inspirado en los principios del mercado libre, se construyó en forma progresiva desde 1982, cuando coincidieron al menos tres fenómenos económicos: la crisis de la deuda externa, el derrumbe de los precios del petróleo y las políticas aperturistas condicionadas por el FMI. Los gobernantes que mejor apuntalaron ese modelo fueron León Febres-Cordero (1984-1988), Sixto Durán-Ballén (1992-1996), Gustavo Noboa (2000-2003) y Lucio Gutiérrez (2003-2005).
El ciclo del modelo empresarial ecuatoriano coincidió con el giro que tuvo la economía latinoamericana, que dejó atrás las políticas desarrollistas para orientarlas con la ideología del “neoliberalismo” que se puso de moda, incluso porque el derrumbe del socialismo no dejó en el horizonte otra alternativa distinta a la globalización transnacional.
En Ecuador, la sucesión de los “paquetazos económicos” durante veinticinco años privilegió los intereses del capital transnacional, las cámaras de la producción locales y las rentabilidades. Pese a que la economía largo tiempo estuvo en crisis, creció a bajos ritmos y solo se levantó desde 2000, con la ventaja del aperturismo florecieron altos negocios, la inversión extranjera, el consumismo.
Semejantes logros fueron posibles porque se concentró la riqueza como nunca antes, gracias a la precarización y la flexibilización del trabajo, la desarticulación del papel económico del Estado, el colapso de numerosos servicios públicos y el deterioro del gasto social. En promedio, el desempleo fue del 10%, el subempleo del 60%, la pobreza cayó para “recuperarse” desde el 2000, rigió la inseguridad jurídica para los trabajadores, explosionó la migración de ecuatorianos al exterior.
Desde 2007, revertir ese modelo y buscar otra economía para una nueva sociedad despertó los incendios políticos. Como siempre ha ocurrido en la historia, cambiar el régimen económico preexistente por uno nuevo trae desajustes productivos. Sin embargo, Ecuador ha logrado revertir las bases del modelo empresarial.
Y es muy significativo que los últimos informes de la Cepal, institución ajena a la contaminación y polarización política del país, demuestren que se han superado las principales variables, porque el PIB creció; la pobreza, el desempleo y el subempleo cayeron a niveles menores que en el pasado, el gasto público dinamizó la economía y mejoraron sustancialmente la inversión social tanto como el salario real.