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El Telégrafo

Cambiar para seguir igual

16 de mayo de 2012

Eso es lo que está pasando en las democracias de los países industrializados del hemisferio norte. Con la elección de Barack Obama se pensaba -muchos teníamos muchas dudas al respecto- que la política exterior de Estados Unidos iba a cambiar; más bien ha empeorado. Europa se hunde en la crisis a pesar de las manifestaciones callejeras.

España confirma un gobierno de derecha. Grecia no logra sacudir el yugo impuesto por el Banco Europeo. Francia sigue votando masivamente a la derecha eligiendo un presidente que se llama “socialista” en un partido político cuyas opciones son claramente de derecha.

En la primera vuelta del mes pasado, los dos partidos de derecha suman 41% de los votos. Añadiendo los 27% del “socialista de derecha” son 68%, es decir más de 2 franceses sobre 3 que están, más inconsciente que conscientemente, a favor del neoliberalismo campante.

Es llamativa la votación del 18% a favor de la extrema derecha, fanáticamente racista, antiinmigración y anti-Unión Europea. Una parte cada vez mayor de la población se hunde en el desempleo y la marginación, especialmente la juventud.

Estamos lejos de la tradición francesa revolucionaria, socialmente humanista y culturalmente universal. Parece que el envejecimiento de su población, la perversidad de la propaganda conservadora, el ambiente materialista y la asistencia estatal han anestesiado a su población para convertirla mayoritariamente en gente pasiva, miedosa y desconfiada. Los muchos pequeños grupos y organizaciones que promueven otra manera de vivir no logran tener una influencia significativa. Los cristianos son cada vez menos numerosos, aunque comunidades más comprometidas promueven tanto la solidaridad y el servicio con los excluidos.

Todo esto nos confirma, una vez más, que el cambio no va a venir “de arriba”, de los que tienen y dicen saber, y buscan imponer su hegemonía a golpes de invasiones y bombas. La opción por los pobres tiene no solamente una exigencia religiosa, sino también política.

Los pueblos indígenas de nuestro continente nos lo están probando: los empobrecidos e invisibilizados de siempre salen a la luz y proponen a la faz de la Tierra una manera alternativa de vivir en sociedad que fomente la convivencia humana y respete la naturaleza.

En su tiempo, Jesús lo decía al grupo de sus discípulos: “No temas, pequeño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino”. Seamos los cristianos semillas de una Iglesia renovada
al servicio de una sociedad fraterna y solidaria.

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