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El Telégrafo

Calidad de vida

25 de agosto de 2013

En nuestros países, las autoridades presionan a los prestadores de servicios turísticos para que mejoren la calidad, en un entorno donde familias citadinas de escasos recursos y campesinas, ilusionadas por las que dicen ser exitosas campañas de mercadeo que prometen el arribo de miles de turistas, se incorporan masivamente a la oferta de turismo convencional o de naturaleza.

Resulta paradójica la insistencia gubernamental de exigir dicha calidad en tanto el Estado no asegura la calidad de vida de estas familias. De hecho, los edificios gubernamentales no prestan los servicios a los usuarios, que sí se exige a hoteles y restaurantes, como la accesibilidad para gente de movilidad reducida, por ejemplo.

En Costa Rica la realidad afortunadamente es diferente, siendo su fortaleza el turismo de naturaleza. El adentrarse en las selvas “ticas” implica un maravilloso encuentro con una fauna que crece y se multiplica en libertad, sin depredación humana; y una flora que exhibe su voluptuosa frondosidad -la cual no puede ser talada-. “Nuestras áreas protegidas no son de papel”, afirma el ministro de Turismo, Allan Flores.

Pero en Costa Rica también es una fascinante experiencia el contactar con familias rurales que evidencian una alta calidad de vida, por lo que desbordan alegría, amabilidad y natural calidad en el servicio; difícil de encontrar en otros países donde la norma es que peor viven los que están más cerca de la naturaleza.

Campesinos altamente educados son servidores turísticos capacitados y motivados, que cuidan celosamente un entorno que fue depredado décadas atrás por el desarrollismo de las exportaciones primarias, pero en poco más de 30 años han recuperado sus bosques y biodiversidad, al punto de convertir a este país en ejemplo y escuela del altísimo valor económico que genera la preservación. Por supuesto que este nivel educativo que entiende, valora y difunde al mundo los más altos conceptos de la sostenibilidad de los “ticos” tiene tras de sí una firme e inquebrantable política educativa del Estado: “Donde hay un niño hay un profesor, no importa qué tan lejos viva”, he escuchado en dos oportunidades al mismo ministro Flores.

Ese es el gran secreto que esconde Costa Rica, una niñez educada desde cero, para preservar sus maravillosos ecosistemas y transformarlos en fuente inagotable y sostenible de recursos para el bienestar de toda su población y para deleite del mundo.

Si bien la eficiente campaña promocional que realiza el Instituto Costarricense de Turismo ICT da los resultados esperados en arribos de visitantes, la mejor publicidad de este país son los millones de fotos que diariamente los visitantes tomamos y compartimos con el resto del planeta, maravillados por una rana, un mono o una flor que encontramos en bosques, a la vera de un camino o a la orilla de un río.

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