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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Cacería de lenguas

13 de junio de 2019

Recientemente se difundió la noticia sobre un programa imperial destinado a identificar los modos de expresión colectiva y las lenguas nativas que aún sobreviven en el mundo.

Este propósito puede relacionarse con el despliegue de cámaras por parte de Estados y corporaciones,  con el fin de registrar los patrones faciales para obtener información sobre comportamientos y rasgos psicológicos de sus ciudadanos. La combinación de la información facial, los datos que exponemos en nuestras redes sociales y los patrones lingüísticos, permiten un escaneo integral del fenotipo y subjetividad de cada individuo, algo que parece de ciencia ficción, pero ya es una realidad.

El conocimiento de la estructura y patrones de la lengua nativa abre las puertas para acceder a la forma como pensamos, expresamos, codificamos la realidad exterior, los valores y prejuicios que guían nuestro comportamiento. Nada nuevo, si recordamos que las instituciones reproductoras de cultura y el lenguaje, entre ellas la familia, la religión y la escuela, lo han venido haciendo desde hace miles de años, tarea a cargo de padres, sacerdotes y maestros formadores.

Sin embargo, la diferencia con respecto al fenómeno actual radica en que ahora se obtiene información mediante la tecnología espía, con el fin de manipularnos para incentivar el consumismo, ofreciendo siempre lo que demandan nuestros deseos y fabricando a su vez nuevos deseos egoístas.

Lo más escabroso sería que la concentración y apropiación de la información sobre los individuos a escala mundial, logre la programación de nuestro sentido común, aspiraciones y valores, aminorando nuestra capacidad de autorreflexión y, por lo tanto, convirtiéndonos en humanoides, obedientes y funcionales a la dominación masiva.

Frente a esta realidad, no hay que perder la fe en la capacidad crítica y subversiva del ser humano. Muchos intentos feroces de colonización cultural han sido en apariencia efectivos, sin embargo, ninguno ha logrado eliminar totalmente a la cultura contraria, porque desde su desventaja la comunidad acechada siempre ha recreado los patrones del dominador.

En realidad el mal está aún muy lejos de poder escanear el alma de una cultura. Baste mencionar a la literatura latinoamericana, como uno de los casos más fantásticos de liberación lingüística poscolonial. (O)

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