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El Telégrafo

Buscando al chivo

17 de octubre de 2011

Ante el fracaso de la oposición derechosa para explotar la pregunta “¿Quién ordenó…?”, apelan al truco de buscar un “chivo expiatorio”, aquel sujeto que en la antigüedad servía como ofrenda o sacrificio para que expíe las penas de los vivarachos que se escondían a la hora de rendir cuentas.

Los sapos de la Grecia eran habilísimos para encontrar al “chivo” a que le cayeran rayos y centellas de escarmiento que debían pagar los culpables de uno y mil pecados que los dioses no perdonan, como lo ocurrido en la comarca Ecuador el 30 de septiembre el año pasado, día también motejado como 30-S.

Los fracasados, que ese día cometieron toda clase de tropelías  y crímenes para ver si, como una lotería, les resultaba el golpe de Estado, incluyendo el asesinato del Presidente, para evadir sus responsabilidades  pedían anticipada  AMNISTÍA:  No les queda otro recurso que volver a buscar el “chivo expiatorio”.

Como estaba montada la justicia, al sabor de  socialcristianos y partidocracia, confiaron que todo quedaría bajo el acostumbrado perdón y olvido. Lo primero fue convertir en “chivo” a la víctima del intento de golpe: el propio Presidente, al que quisieron convertirlo en victimario.

Comenzó  culpando de genocida al Presidente Correa, el periodiquero Emilio “Palacete” (el apellido Palacio, del padre, el “Chaval” escultor comunista, no le queda).

Con la complicidad y patrocinio de la SIP, sus muchachos se dedicaron a lanzar sus mentiras y acusaciones con ventilador y buscar chivos por todo lado, pero la verdad de los testimonios audiovisuales y la declaración de testigos idóneos, los aplastó.

Pallares de El Comercio (que blasfema también contra su ancestro del genial viejo socialista Benjamín Carrión) pretende enfrentar a la Policía contra el Ejército, como hallazgo de un chivo divino.

Salta al ruedo Alberto Acosta, quien no reniega de antecesores, sino que regresa a su ancestro banquero: en política no era nadie y de pronto se convierte en uno de los Apóstoles de la Revolución Ciudadana, para luego devenir en una especie de anarquista Judas busca chivos.

Visto el desolado panorama, a la oposición le queda poco recurso humano, entre ellos el desertor Rodríguez, que entre las cenizas  de los camposantos se solaza cuchicheando con Herrería y otros apóstatas amargados, para intentar algún resultado alentador.

Mientras ellos utilicen mentiras y calumnias como argumento, más difícil será encontrar el anhelado chivo expiatorio.

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