En cuestión de semanas, tuvimos la noticia de la Cumbre del G-7 en mayo, en Hiroshima (Japón), y con posterioridad, la de los BRICS, en agosto, en Johannesburgo (Sudáfrica). El orden mundial sigue reconfigurándose; el grupo que mejor lectura haga del contexto internacional tendrá el dominio del discurso civilizatorio hegemónico.
Más allá de la pugna de influencias regionales, la clave vuelve a estar en la rivalidad entre Estados Unidos y China. Poco importa el acompañamiento del resto de países en bloques, porque sabemos que hacia donde tenemos que observar es al comportamiento (consciente o inconsciente) de la relación Washington-Beijing.
Por eso, son relevantes las palabras iniciales de Xi Jinping en la Cumbre de Johannesburgo: “Nosotros, los países BRICS, necesitamos afianzar la confianza, afrontar el viento y las olas”. La nueva cabalgata nace con una expansión del grupo. Algunos países influyentes en sus regiones, como Argentina, Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos recibieron invitaciones.
Ahora bien, aunque crece el número de miembros, debemos observar las interioridades del poder. Cuando el foco de atención se centra en las comparaciones entre bloques (G-7 y BRICS) en aspectos como PIB, comercio, población, territorio, etc., los reflectores deberían calibrarse entre sus integrantes. Escarbar en esas dinámicas internas nos ofrece una proyección sobre cuán influyente son Estados Unidos y China. Por ejemplo, comprendemos el peso de la palabra del gigante asiático, cuando representa el 70% del PIB del resto de los BRICS. En el caso de Estados Unidos, sobrepasa un poco el 50% del resto del G-7.
El aire de este 2023 está muy pesado. La rueda de la historia marca un nuevo ciclo, a través de imágenes del viejo mundo. El movimiento de las grandes potencias en el contexto internacional nos trae recuerdos de la Guerra Fría, del Movimiento de Países No Alineados, de la bipolaridad tóxica entre la URSS y EE. UU., de la unipolaridad peligrosa de EE. UU., o incluso la posibilidad real de la fragmentación de una gran potencia como consecuencia de una guerra civil, sea por el asalto a un importante edificio público (un Capitolio) o por la rebelión de un grupo de mercenarios. Por el momento, los BRICS asumen la estrategia de sumar, un paso que el G-7 ha obviado. ¿Cuál será el próximo desafío?