Brasil podrá no haber seguido un curso particularmente heterodoxo en el manejo económico durante los años de gobierno del PT, pero en política exterior sí ha destacado por posiciones particularmente osadas. La última y más polémica es la decisión de obstaculizar la designación de Dani Dayan como embajador de Israel en Brasilia.
Dayan es un político israelí, quien por ocho años se desempeñó como miembro del comité ejecutivo del Consejo de Yesha, siendo incluso su portavoz desde 2007 hasta 2013. El Consejo de Yesha es un lobby político que defiende y promociona la ocupación israelí de las tierras invadidas durante la Guerra de los Seis Días en 1967 en Cisjordania, los Altos del Golán y Jerusalén Este. Dicha ocupación es considerada ilegal por la comunidad internacional y ha sido repetidamente condenada por las Naciones Unidas, provocando desaprobación incluso en Estados Unidos. Dayan, quien nació y creció en Buenos Aires, es visto como el representante internacional más vistoso del movimiento de ocupación y escribe para numerosos diarios de fama mundial. Es conocido, además, por su tajante rechazo a la perspectiva de dos Estados.
Designado como representante de Israel en Brasil hace varios meses, aún no ha recibido el beneplácito de la Cancillería brasileña, necesario para desempeñarse en el cargo, una clara señal de inconformidad del gobierno de Dilma con el nombramiento y un implícito pedido de reemplazo. El domingo, el gobierno de Netanyahu ha vuelto a insistir a través de una arremetida pública que promete un ulterior deterioro de las relaciones con el país sudamericano, después de otras recientes polémicas relativas al reconocimiento de Palestina y el acercamiento con Irán, si Dayan no es aceptado. Sin embargo, la semana pasada un funcionario de Itamaraty comentó, bajo condición de anonimato, que no ve posible su aprobación como embajador de Israel en Brasil.
La decisión es vista con preocupación en los ambientes gubernamentales israelíes. Se teme que la decisión brasileña pueda ser el inicio de un nuevo fenómeno, el de clasificar a los habitantes de los territorios ocupados como inadecuados para cargos en el extranjero. Se trataría solamente de una nueva dimensión del creciente aislamiento de Israel en el mundo por su violenta política sionista y la falta de voluntad para una resolución pacífica y consensuada del conflicto con Palestina.
Israel, en efecto, se encuentra cada vez más sin amigos. El Estado palestino es reconocido por la gran mayoría de los países del mundo. La campaña internacional BDS (Boicoteo, Desinversión y Sanciones) cobra cada vez más importancia y, aun sin haber logrado mayores efectos económicos, ha arrojado luz sobre los crímenes del Estado de Israel. Incluso entre las inertes instituciones europeas algo se mueve: recientemente, la UE ha decidido etiquetar los productos de los territorios ocupados por Israel, permitiendo distinguir entre las exportaciones producidas dentro y fuera de las fronteras reconocidas. (O)