El orden mundial avanza con celeridad hacia un sistema multipolar. Esta condición abre posibilidades para que las potencias hegemónicas regionales impacten en la agenda del sistema internacional. En la danza llena de tensiones entre Estados Unidos y China, parecería que América Latina corre a su suerte como observadora, desenganchada de los acontecimientos que transcurren en el principal corredor del poder en el orbe.
No obstante, hay oportunidades y puertas que nunca cierran. Por esa abertura volvieron Lula y Brasil, como ejemplificación del retorno del hijo pródigo en la política nacional y en la arena internacional. Aparecen una vez más los ribetes de Latinoamérica en discusiones sobre un posible acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, en acciones propositivas contra el cambio climático y en concertar un espacio de diálogo entre los países de Sudamérica.
El retorno de Lula reafirma su personalidad de imponerse retos y derribar obstáculos. Perdió tres elecciones presidenciales seguidas hasta que triunfó por vez primera en 2002. Después vino una reelección y finalizada su segunda presidencia en 2011, 8 de cada 10 brasileños lo valoraban de manera positiva. Lo empapelaron con escándalos de corrupción y por ello sufrió casi 20 meses de cárcel. Pero su aura política se resistió abandonarlo, al igual que su aura personal, para sobreponerse a impactantes sucesos en su vida privada: la muerte de su primera esposa con su bebe no nato, la muerte de uno de sus nietos con meningitis y su batalla personal contra el cáncer. El Supremo Tribunal Federal de Brasil transparentó los vericuetos erróneos del proceso y dejó listo el camino para que Lula derrotara a Bolsonaro en las elecciones en octubre de 2022.
Mientras tanto, el retorno de Brasil al seno de las discusiones globales vuelve a colocar a Latinoamérica en una posición privilegiada. A veces es muy difícil como región desligarse de los innumerables escándalos de corrupción, la inseguridad, la violencia y la extrema pobreza. La agenda mediática nos muestra como ejemplo sintetizador de esos males, con la concienzuda construcción de un justificado imaginario negativo, que a veces sabe a un tipo de grandilocuencia colonial.
Brasil reúne condiciones que la impulsan al protagonismo. Su historia colonial y proceso independentista son radicalmente distintos a la de sus similares en Latinoamérica; es una de las principales economías y congrega una de las poblaciones más numerosas del mundo. A raíz de la proyección de Lula en sus primeros meses de gobierno, tal parece que la vuelta del hijo pródigo es una realidad, por partida doble.