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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Bolsonaro con “B” de Brasil

29 de octubre de 2018

Se discute en el país la viabilidad y conveniencia de una reforma constitucional. Hasta agosto de 2018 Brasil registraba 175 asesinatos por día, ubicándose como uno de los países más peligrosos del planeta. Cifras propias de una situación de guerra que se han generado en estos 13 años del PT en el poder. Sin engañarnos: el 10% de las muertes totales están a cuenta de la policía. El poder tiránico se vivía ya en el país carioca en manos del crimen organizado, mucho antes de que Bolsonaro, llamado “fascista” hasta por Manuel Castells, nos sorprendiera.

El asombro que nos llevamos es por el atentado contra la santidad de lo políticamente correcto, pero de lo otro se dice poco o nada porque no está en la colada de las discusiones que nos hacen más populares entre los influencers y porque la moralidad de la época supera el horror de los hechos.

Con esos números Brasil por definición es potencialmente violento y sangriento. Así que no hay mucho susto entre los votantes por los cuantos repudiables exabruptos discursivos que haya tenido Bolsonaro al calor de los debates a lo largo de los años y que recién al día de hoy esos enunciados conocen la luz. A los votantes no les interesa si se instaura una dictadura, con tal que los delincuentes dejen de matarles en las calles.

Los brasileños prefieren las medidas radicales contra la inseguridad y corrupción; deslegitimar la dictadura de Maduro; que no se persiga al pensamiento crítico; y reparar las fisuras sociales a consecuencia de la corrupción de los petistas.

Veamos si en adelante juzgamos a Bolsonaro por establecer una dictadura o un régimen fascista, o por tratarse de un conservador populista con políticas liberales en lo económico. Por lo tanto, lo juzgaremos también por su quehacer contra la violencia y la pobreza, cuya batalla perdieron los gobiernos de izquierda de la región.
La preocupación y alboroto de los políticos, colegas académicos y críticos latinoamericanos, quienes ni siquiera son electores, enamorados de sus teorías y observaciones distantes, olvidan los aspectos del día a día de los brasileños. (O)

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