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El Telégrafo
Daniela Leytón Michovich

Bolivia: Isomorfismo mimético, licuefacción institucional y violencia psicológica

03 de julio de 2024

Los acontecimientos recientes en Bolivia, leídos de distintas maneras en varios espacios, me hacen pensar sobre la necesidad urgente de marcos de interpretación actual que permitan decodificar lo que experimentamos. Al ser un tema complejo y el espacio de publicación reducido, le propongo reflexionar ahora sobre tres categorías y seguir con el análisis en los próximos artículos.

Revisemos el contexto de forma sucinta. Bolivia actualmente experimenta una crisis económica con una deuda pública de $3,414,3 millones de dólares, dónde el 86,2% refiere préstamos multilaterales, bilaterales y privados (último reporte público del BCB a marzo 2024). El déficit fiscal se tradujo en escasez de dólares desde el mes de marzo del año pasado. El país está inmerso en múltiples escándalos por corrupción, que incluso hace unos meses alcanzaron al hijo de Luis Arce y sus supuestos vínculos en el negocio del litio y del gas. Finalmente, la controversial prórroga de magistrados en un sistema hiperpresidencialista, que apenas fue frenada en la Asamblea el pasado 6 de junio.

Entonces, para empezar, varios académicos han caracterizado al MAS como un sistema híbrido, cuya mayor ventaja es la flexibilidad antes que la institucionalidad. Se puede decir además que el MAS incorporó como estrategia el absorber a la mayor cantidad de sectores posibles para entablar lazos clientelares donde la ideología es una máscara discursiva. La fuerte “mescolanza” de sectores en el partido, la debilidad de los sectores disidentes y la fractura interna del partido convirtieron al mismo MAS-IPSP en su propia oposición.

Si pensamos en la composición del MAS no es raro identificar entre sus filas a representantes de la élite terrateniente, la vieja élite política o la élite militar, todas acreedoras de políticas y prebendas que les han beneficiado en los últimos 15 años.

Así, la élite militar que es el actor que nos interesa ahora, tuvo entre sus privilegios: mantener una jubilación al 100%, la orden sorpresiva del paso a la reserva de más de 30 militares implicados en el caso de los “misiles chinos”. Además, el incremento del presupuesto destinado a las Fuerzas Armadas, la promoción y el ingreso de militares en reserva para ocupar altos puestos en la función pública y en cargos gerenciales de empresas estatales clave como YPFB y BOA. Finalmente, los ascensos de militares, que se realizaron bajo criterios poco transparentes.

Estos pactos facilitaron lo que llamo el “isomorfismo mimético”, eso es, la capacidad que tuvo el MAS de trasponer el peso de su forma/estructura a la misma administración Estado, de tal forma que lo que vemos es un Estado-sindical clientelar con todas sus sombras, contradicciones y dos liderazgos en pugna.

Para superponer este peso estructural partidario sobre el débil armazón del Estado, el MAS-IPSP sostiene una acción agresiva permanente de lo que denomino “licuefacción de la institucionalidad” de tal forma que la flexibilidad, verticalidad, impunidad y autoritarismo que caracterizan al partido, sean viables también en esta estructura.

Para sostener este dinamitazo a la estatalidad de cara a la Comunidad Internacional, el MAS se ha caracterizado por la victimización y el permanente ejercicio de violencia psicológica en contra de la población boliviana. Los componentes para este ejercicio son varios, entre ellos: de coerción cognitiva, persecución política, gaslighting, manipulación conveniente de las memorias largas del terror. Ahora nos tienen en un hilo suspendido, en angustia, en un tiempo en el que la incertidumbre se sienta en poltrona sobre un país que desde hace muchos años está sujeto a los caprichos, la sociopatía y el interés de unos cuantos.

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