El 24 de julio de 1783 nace en Caracas, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte Blanco, quien 235 años después seguiría siendo reconocido por su genio de político, militar y libertador de cinco naciones, mito, amado u odiado por ideologías encontradas, hombre liberal que soñó y bregó por el panamericanismo.
Justamente, en estos días la Universidad Andina celebra la “Semana de Bolívar” por el aniversario del natalicio de ese genio de dimensión continental, cuyo legado en educación e integración inspira a esta casa de estudios de posgrado.
Entre diversas actividades programadas para la ocasión, el maestro lojano Juan Castro Ortiz, artista con más de 25 años de trayectoria, en un piano “Verdugo” brindó un recital para Bolívar; en su decir: “pinta musicalmente a nuestro Ecuador
y Latinoamérica”. Él viene demostrando a pulso en escenarios del país y del exterior que los ecuatorianos somos capaces de llegar a los más altos niveles del mundo de las artes y la cultura.
La interpretación del pianista me hizo pensar en que nadie habrá imaginado hasta ahora que Bartolomeo Cristofori (1655), veneciano inventor de ese instrumento, a través de su obra inspiró desde hace casi un siglo a Luis Verdugo, en una empresa familiar de construcción de pianos de concierto, tradición única en la región; ahora Daniel, su bisnieto del mismo apellido, los fabrica como producto ecuatoriano, con calidad comparable solo con marcas de renombre internacional.
Los sueños ocuparon un lugar central en los episodios narrados, motivaron tanto al Libertador Simón Bolívar, como al inventor del instrumento musical, al músico concertista y al artesano o “luthier”. Gracias a utopías como esas aún pensamos en la unión de los pueblos, sentimos armonías que acarician el alma, admiramos las virtudes y la capacidad creadora de la gente. Definitivamente, hay sueños que nutren la frágil humanidad que llevamos, y que abonan para un mundo mejor. (O) et