La cita para salvar la Tierra en Durban, Sudáfrica, fue un fracaso. A la reunión de 2009 acudieron 120 mandatarios de los países de la ONU, a la actual de 2011, solo 13. Este es el grado de importancia que se ha dado a lo que la mayoría de países, movimientos ecológicos, sociales, científicos, etc., impulsan, esto es: un alto a la contaminación que está matando el planeta. Quienes tenemos compromiso real con el orbe estamos indignados, pues los acuerdos en Durban solo quedan en prédicas, recomendaciones y vacío de obligaciones legales.
Hasta 2012 los países debían reducir al 5% de emisiones contaminantes, pero, lamentablemente, aumentaron en un 49%, y se calcula que, a lo mucho, hasta 2020 las emisiones contaminantes se mantendrán 15% elevadas, incluso si de forma efectiva se acuerda reducirlas; lo que significaría reducir 8 veces el consumo energético por individuo y las ganancias derivadas, y esto a los países industrializados no les conviene.
En 2012 los países deberían ratificar el Protocolo de la Tierra con el que se comprometieron en Kioto, sin embargo parece que esto no ocurrirá, ya que los grandes contaminadores han boicoteado la reunión, al oponerse a que el acuerdo de Kioto se eleve a decisiones vinculantes y obligatorias.
Los mayores contaminadores: Estados Unidos, China, India, Reino Unido, la Unión Europea e inclusive Canadá, que renunció al Protocolo de Kioto, argumentan que la crisis económica les impide tomar decisiones importantes y a largo plazo sobre el cambio climático, o se culpan unos a otros, lo que significa posponer la vida del planeta en función de los intereses comerciales y de capital de ciertas corporaciones, protegidas por gobiernos. Cualquier eventual reglamentación podría darse recién en el año 2020… mientras tanto, tienen “licencia para matar”.
Sin llegar a un acuerdo en lo esencial, en Durban quedaron pendientes cuestiones clave: señalar a los grandes contaminadores, indemnizar a los contaminados y multar a los contaminadores y emisores de CO2, identificar el origen y destino de los fondos, y puntualizar los compromisos reales.
Se ha argumentado que existen estudios que cuestionan el calentamiento global, ya desvirtuados por cientos de trabajos científicos. En el fondo, no se quiere controlar el problema, y mientras más tarde se tomen decisiones contundentes, más gases tóxicos se acumularán, proliferarán más enfermedades y el cáncer, se extinguirán especies y los costos para curar al enfermo planeta se volverán imposibles de manejar. De nuevo se ha boicoteado la vida en la Tierra.