Leonardo Boff es un teólogo, filósofo y exsacerdote, fundador de la Teología de la Liberación. Su nuevo libro es El Tao de la liberación, una ecología de la transformación, que publicó junto a M. Hathaway, con introducción de F. Capra, un físico, crítico de los impactos sociales de la ciencia.
El texto es denso, aborda todas las formas de aproximación a la realidad, pasando por la ciencia y el esoterismo, en busca del remedio para el desorden patológico mundial, que se revela tanto en la distorsión de la psiquis social como en las contradicciones económicas globales: “Lo que en realidad tenemos es un casino global manejado electrónicamente”, acompañado con un gran sufrimiento y destrucción del sistema vivo de la Tierra o Gaia.
La patología ha sido causada, dice Boff, por el error científico que concibió al cosmos como máquina compuesta por piezas inertes, movidas por leyes inmutables. Interiorizamos un cosmos en miniatura, parecido a un reloj y esa idea mecanicista generalizada generó la adicción al crecimiento industrial ilimitado, sin comprender que la realidad no es sustancia, sino sistemas de relaciones.
La propuesta tiene una fuerte influencia de las ciencias ecológicas, biológicas y físico-energéticas, en combinación con una perspectiva mítica. Usa un glosario colorido que junta palabras aparentemente inconexas como: amor, atractor, campo mórfico, animismo, alquimia, vacío preñado, holografía, holarquía, lingüística y evolución puntuada.
El sistema cósmico tiene períodos de estabilidad relativa seguidos de “creatividad explosiva” impulsados por un agudo estrés, como el actual. Se espera, entonces, el Gran Giro, gracias a la capacidad de recreación del sistema vivo, a la onírica o sueños, que impulsan la acción y al desarrollo del pensamiento analítico-intuitivo, enmarcado en una nueva ciencia.
Ya puestos los pies sobre la Tierra, el yo ecológico consciente de que el cosmos es algo orgánico contenido dentro de un telón oscuro, donde fluyen energías cambiantes, debe reconstruir comunidades de cooperación y bienestar, dentro de biorregiones ajustadas a corredores ecológicos autosuficientes, donde se realice la democracia participativa sin el predominio de las mayorías. (O)