Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra bienhechor se utiliza para describir a aquella persona que hace bien a otra persona. El plural de bienhechor: bienhechores.
Nuestros mayores sostienen que las y los bienhechores están en todos lados. Con el debido respeto, creo que tal aseveración es absolutamente retórica. Precisando y ampliando, desde la teoría: los bienhechores no son propios de un lugar en específico, exclusivos de un determinado estrato social. De hecho, y partiendo desde lo empírico, las y los bienhechores no están ni en todos lados, ni tampoco se manifiestan en todos los estratos sociales. Es más, cada vez son menos. Inclusive, me atrevo a decir que están en peligro de extinción.
Pero ¿Qué implica hacer el bien? Bueno, en términos sencillos, la definición de “hacer el bien” o de “lo bueno” tiene su fundamento no tanto en la práctica de vida desde una creencia de tipo espiritual, sino desde lo humano en sí, y que, desde un determinado credo, se lo potencia. En otras palabras, hacer el bien equivale a no solo no hacer el mal, sino también el procurar en todo momento y lugar proceder para cristalizar el sumo bien, esto es, dando la mano, cooperando no necesariamente con bienes materiales (dinero, bienes muebles…) sí más con el propio tiempo, con la propia persona. En sí, brindando acompañamiento, aliento y contingente. ¿Hay límite? Probablemente desde nuestra concepción humana, sí. Aunque esos límites, al ser establecidos por humanos, resultan imperfectos y precisamente limitados, donde el termómetro pasa a ser, de una u otra forma, la no auto-merma de comodidad, el egoísmo y la vanidad. Sin embargo, desde la concepción de la fe, por ejemplo, la que profeso, la católica, el límite es, como lo decía Madre Teresa de Calcuta, hoy elevada a los altares: hasta que duela. Sólo cuando duele desprenderme de mí mismo o de algo, sólo en ese momento se puede comprender la definición del bien total.
Dicho aquello, entonces, ¿podríamos con claridad y precisión indicar la ubicación de las y los bienhechores? Lamentablemente no. Miremos este caso, quizá a modo de paréntesis, pero que tiene elementos de vinculación con el tema aquí tratado: recuerdo una de las clases del MBA, donde el facilitador, haciendo una digresión esgrimió (palabras más, palabras menos): “muchachos, el tener un título de cuarto nivel, o dos, o tres… o los que quieran, no asegura éxito en el campo laboral, a ratos salvaje, a ratos competitivo a muerte… es tan solo el paso subsecuente al primero. Saben cuál es el primero. Es el “networking”, o las alianzas”. En ese contexto, y centrándonos por ejemplo en el plano laboral posterior a obtener un título universitario, los bienhechores serían aquellas y aquellos quienes o hemos formado vínculos de amistad o compartimos espacio en la academia, y al conocer del conocimiento adquirido y de nuestra verticalidad de conciencia nos “brindan esa mano amiga” para que el macro trabajo de la compañía o empresa pueda tener mejores resultados. Luego de mis casi 10 anos de experiencia en el ejercicio profesional, puedo suscribir las palabras del facilitador que tuve. Y es innegable que quienes en algún momento de la vida nos brindan una manito hacen el sumo bien.
Decía que es muy difícil poder indicar dónde están las y los bienhechores. Siendo realista, sí los hay, pero son cada vez menos; y de los existentes, con su propia generosidad nos auxilian, esto es, a su medida (desde una palabra de aliento, un ofrecimiento, o la sinceridad de la voluntad, cuando se quiere, pero las circunstancias vuelven todo imposible). Más allá de que en algunos casos lo extendido no sea lo esperado, prima el agradecimiento, el jamás ser ingratos y ni mucho menos o desconocer o peor aún responder haciendo el mal posible, sea de palabra o de obra. Esas actitudes simplemente representarían sentimientos ajenos a la nobleza, poca luz en el alma, y sí, propio de un canalla.
De paso, ¿Se puede hacer algo para evitar la extinción de las y los bienhechores? Desde luego que sí, empezando por el trabajo de ustedes y del mío. Siempre se puede ser bienhechor. Siempre hay quienes nos golpean y nos ven como buenas y buenos samaritanos. Siempre. Quizá todo dependa de comprender que tenemos dos orejas y una sola boca; lo primero para escuchar más, para ser más sensibles, para, inclusive, auxiliar a quien en algún momento no fue tan simpática o simpático con nosotros. Pero, atención: el hacerlo para “que nos lo devuelvan” no tiene sentido. Eso es interés humano, y como es humano, es imperfecto y limitado.