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El Telégrafo
Duglas Rangel Donoso

La belleza

11 de febrero de 2020

Pronuncié tu nombre y se me regó el café de pasar, dibujó en el piso un camino de exigencias. Siempre la exigencia. Todo hay que pagar. La vida, el tiempo, las ideas, lo que veo, lo que escucho. Es la belleza de vivir. Desde una esquina de la creación, lo creado y manifestado me observa. Me mira a través de las formas, todas las formas me ven. La forma es el límite, lo material, atado al tiempo y a la muerte,

Encontré esta frase de Beethoven: “Siempre tengo una imagen en la mente cuando compongo y sigo sus líneas”. Eso es la inspiración. ¿Dónde está la inspiración suficiente para vivir con belleza y altruismo? Vivir ante lo bello. Siempre es corto el tiempo. El tiempo transcurre, sucede, no se detiene. No nos contempla ni nos tiene piedad. ¿Dónde se va el tiempo que vivimos? ¿Dónde nace el tiempo, cuándo morirá el tiempo?

Me doy cuenta de que mejor es vivir a cien grados cada instante. Es decir, hay que hacerlo bien, todo lo que hago, hacerlo bien. El bien debe perdurar. Así, cuando muera, dirán de mí: “Murió el bueno, murió un santo”. La gente vendrá a mi tumba, me depositará flores secas e incoloras y se irán felices, viendo la tumba del hombre bueno que murió sin hacer maldad alguna. La belleza es la ironía.

La belleza está desprovista de ideas. La belleza tiene la cabeza vacía. Yo no soy la forma. Yo no soy este cuerpo. Cada segundo cambia mi forma, pero no cambia mi nostalgia de saber que algún día no estoy ni estaré. Observo la llegada del carnaval, de la Semana Santa, de la santa lujuria con la cual me redimo de mis culpas. No tengo pasado, no sé de dónde vengo, no me interesa salvarme ni cantar el nombre de los dioses en vano. La belleza está aquí, ahora. No la veo, ya no la veo, pero me atraviesa como la última daga que liberó de este valle de lágrimas al buen ladrón.

La belleza transcurre. La belleza canta. Es una oración de palabras y silencio. El silencio es oro, es quietud esperando el último tren a la montaña sagrada. Hoy la belleza del sol al mediodía calentando los escorpiones y las piedras misteriosas de los cementerios eternos. La belleza eres tú, amada, llamándome a cenar, llamándome a vivir regocijados en nuestros calores. (O)

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