Ucrania está en el centro de la atención internacional al día de hoy y mantiene en vilo a la seguridad global y la hegemonía de paz en Europa después de la caída del muro de Berlín. Los bandos políticos se han puesto en marcha para saber cuál lado escogen y, algunos temerosos, piensan que hay medias tintas en saber si se allana a una propuesta de censura a Rusia, o deja que los países arreglen sus diferencias por el diálogo, las armas y los resultados. Tal como quisieron hacer los mismos tibios en la invasión nazi a Polonia.
Entre los siglos IX y XIII, Rusia formaba parte de la “Rusia de Kiev”, la unión eslava que recorría desde el mar báltico hasta el mar negro como una superpotencia en los inicios de los que después se llamaron países soberanos. Este imperio fue cambiando de mano en mano, hasta que fueron divididos en naciones, donde se separaron y alinearon fronteras Rusia con la Ucrania que seguía repartida entre su vecino ruso.
Rusia, por su parte, dejó la monarquía zarista en 1917, donde la gente empobrecida y enfurecida se levanta en contra de los zares y crea el comunismo como parte de su forma de gobernarse y morirá después por esa misma enfermedad.
En 1922, se establece la Unión Soviética, en la cuál parte de Ucrania se viene a llamar la República Socialista Soviética de Ucrania, nombre que lo toma después de la repartición territorial pasada de la Segunda Guerra Mundial donde parte de Polonia pasa a manos ucranianas, pero siempre bajo el comando, bendición y fusta rusa. Crimea, una isla estratégica bajo Ucrania, fue entregada por Rusia, con la condición de mantener la hegemonía de las disposiciones “comunistoides” del imperio ruso.
En 1991, por las razones lógicas de un comunismo que no para de dar lecciones de sistema fallido, sangriento y solo lucrativo para el poder que lo controla, cae y se disuelve, entregándole así una total independencia a Ucrania como país aparentemente soberano, pues mantenía estrechos lazos de amistad y coordinación con Rusia.
Pasa le tiempo y se consolida la Unión Europea como un histórico acuerdo de cooperación en todo sentido en los países libres, envidia en el oriente ruso que mantenía su necesidad de jalar todo para sus propios beneficios. Esto provoca que Ucrania, empobrecido por la forma de gobierno y economía rusa, usualmente lúgubre y sin vida, Ucrania comienza a ver a Occidente con algo de esperanza de resurgir y darle una vida fuera de toda violencia a sus ciudadanos.
En 2012, Ucrania estrecha la mano de la Unión Europea quién promete iniciar las conversaciones para una Europa unida, productiva y libre. Eso se da en el gobierno democrático (pro-ruso) de Víktor Yanukovich, quién entra como una persona clave para el Kremlin. Alguien que se irá a la historia como un traidor y asesino.
Yanukovich, como el peor de los traidores del mandato popular, paraliza la inclusión y firma de la asociación Ucrania-Unión Europea después de conversar con Putin, quién enojado mira con preocupación que Ucrania ya no quería estar bajo su fusta y mandato. El pueblo valiente y enfurecido se reúne espontáneamente en la plaza de la independencia. Día a día, se suman ucranianos a exigir a su entonces presidente la firma con la Unión, y este se niega.
Tal es la convocatoria de huir definitivamente de control y amistad rusa que la manifestación suma miles de personas, y con esto Yanukovich aprendiz del más sanguinario profesor, inicia a repeler la manifestación con balas, francotiradores a niños, adultos, ciudadanos que defendían su posición con escudos de lata y cartón. Finalmente, depone Yanukovich por su traición y más de cien muertes y huye como rata a Rusia. Este gran evento se recuerda como el Euromaidán.
Rusia, viendo que Ucrania salía de su control por solicitud de una democracia que poco le gusta, entra violentamente a Crimea y la reclama como propia. Este es el primer patazo violento de Putin en contra de soberanía ucraniana, donde convoca a un referéndum auspiciado por Rusia y lo anexa a la fuerza. Eso se llamó, cobardemente como “el retorno de Crimea”.
Aquí es donde se tensiona aún más la relación Ucrania-Rusia, pues el mundo había visto lo que Putin era capaz de hacer para tomarse tierra soberana por las armas, y por sus propios deseos. Esto provoca la reacción internacional y lo expulsan a Putin del G8, que ahora es G7. Sin temor a nada Putin lanza su primer mensaje contundente “Crimea vuelve a su puerto de origen”, refiriéndose al antiguo imperio ruso. Algo que ahora asusta más a todos.
Esto produce que, en el Donbass, provincias limítrofes con Rusia, ahora declaradas como soberanas y reconocidas solo por Rusia, se enfrenten el ejercito Ucrania con los pro-rusos, y genera una guerra escala grande. La OTAN acusa a que Rusia ha metido dinero y apoyo logístico a los separatistas, y por lo cual, Ucrania solicita formalmente ser parte de esta para sentirse protegida de la amenaza rusa y su deseo de no ser totalmente libres.
Esto enervó aún más a Rusia quién no quiere que un país se autodetermine y entra a matar desde hace una semana, con el mismo juego que hizo en Crimea, reconociendo lo irreconocible y con eso dando algo de leguleyadas internacionales para demostrar su poder y recuperar lo que Putin ahora llama, el retorno del imperio ruso.
Hemos visto con horror y con nostalgia como el pueblo ucraniano prefiere dar armas a las amas de casa, profesores, alumnos, y todo ciudadano que quiera defender a su país, antes de seguir entregados a la desolación rusa.
En Latinoamérica, lejos siempre del conflicto hemos encontrado la cobardía de las supuestas naciones que osan en llamarse democráticas aliarse a Rusia, por evidentes razones. Los cobardes que alardean defender en este país de la violencia, hoy guardan silencio espeluznante cuando una agenda ideológica no le permite hablar de lo evidente, una invasión temeraria, así como callan lo mismo en Cuba, Venezuela y otros enfermos más.
El miedo de los cobardes radica en la democracia fuerte que todo país desea, su autodeterminación y la riqueza de la unificación con países libres. El costo de la libertad que siempre, por narrativa humana, debe ser defendido con vidas y sangre.
Esta ahora en levantar la voz de alerta ante otro dictador que confunde con retoricas ya aprendidas en 1938, y quiere disfrazar su hambre de poder y destrucción, violentando y prostituyendo conceptos sagrados como la justicia, la libertad y la democracia.
Tiempos oscuros han de pasar, pero siempre la luz deberá prevalecer; no es más que ver a la valentía ucraniana para levantarnos todos los días a defender desde nuestra trinchera la única esperanza ante la tiranía. La libertad y la justicia, como ápices inspiradores de nuestros actos diarios.
Viva Ucrania libre.