En un país con libertad de expresión se debería poder opinar sobre su estructura económica. La banca, como cualquier otro sector, debe ser sujeto de crítica, investigación y análisis. En cualquier país con circulación racional de ideas se la problematiza a través de intensos debates académicos y políticos.
La banca, por su propia naturaleza, es y debe ser sujeto de debates económicos, sociales y morales. Las principales asociaciones mundiales de economistas, sociólogos y politólogos dedican grupos de trabajo exclusivos para entenderla. En medios de comunicación transnacionales es común ver críticas –superficiales y profundas– al sector.
En Ecuador, opinar sobre la banca parece deporte extremo. Hace pocos días comparé en términos absolutos sus ganancias con el tentativo primer desembolso del FMI. Mi intención, fácil de interpretar, era la de evidenciar cómo este grupo económico acumula ganancias en términos absolutos con niveles muy superiores a los problemas de caja de corto plazo del Gobierno.
A renglón seguido, mostré cómo la banca tiene rendimientos sobre la inversión estables inclusive durante períodos de crisis, mientras que el mismo sector en EE.UU. tiene rendimientos negativos en momentos de crisis.
Estos datos, ante la mirada de alguien con lectura comprensiva básica, no piden confiscaciones, incautaciones, decomisos ni retenciones. Como se puede observar a lo largo de mis textos publicados, considero que la competencia de mercado tiene beneficios que hay que saber aprovecharlos, sobre todo a través de la desconcentración de poderes privados y públicos.
Ojalá Ecuador tenga discusiones abiertas y sensatas sobre sus sectores productivos. Todos. La obsesión de creer que la solución para todo está dictaminada en fórmulas fracasadas merece, aunque sea, una discusión respetuosa.
Adicionalmente, los interlocutores deben ser diversos y abundantes. Si no, repetimos alabanzas o críticas que tienen un fuerte sabor a propaganda. Por supuesto, esta también es una opinión. (O)