Este año ha sido testigo de una política exterior ecuatoriana marcada por un proceso de ensayo y error bajo la administración de Guillermo Lasso y Daniel Noboa. No obstante, actores clave, como académicos de Relaciones Internacionales, internacionalistas de la sociedad civil y asociaciones de exdiplomáticos, han desempeñado un papel crucial para influenciar en la integridad y la coherencia de las decisiones políticas. Un ejemplo claro de esta adaptabilidad fue la corrección de la decisión de designar a la vicepresidenta como embajadora de la paz en Israel y Gaza, quien posteriormente fue nombrada embajadora plenipotenciaria.
En cuanto a las relaciones con grandes potencias, Ecuador ha fortalecido de manera palpable sus vínculos tanto con Estados Unidos como con la Unión Europea, a través de la firma de tratados sobre seguridad. No obstante, la creciente presencia de China en Ecuador y la región, mediante la iniciativa de la Franja y la Ruta, agrega complejidad a la política exterior, demandando un equilibrio cuidadoso entre los intereses nacionales y las relaciones globales.
Por su parte, la respuesta de Ecuador a la crisis en Ucrania ha sido destacable, evidenciando la capacidad del país para condenar la invasión rusa basándose en principios de derecho internacional en lugar de consideraciones ideológicas. Sin embargo, la gestión de otras crisis regionales, como la disputa por el Esequibo y la situación en Nicaragua, ha representado un desafío mayor, obligando al país a reevaluar y ajustar sus enfoques. En cuanto a la situación en Gaza, la política exterior de Ecuador ha mantenido una coherencia y firmeza notables, alineándose con los principios de paz, justicia y autodeterminación. El país ha condenado enérgicamente los ataques a civiles en Gaza, expresando solidaridad y abogando por un alto el fuego inmediato.
En el ámbito económico, la firma de acuerdos de libre comercio con China y Costa Rica ha representado un intento por diversificar las relaciones comerciales. Aunque esta estrategia busca fortalecer la posición económica de Ecuador, la incapacidad de unirse a la Alianza del Pacífico planteó interrogantes sobre la efectividad de estas medidas. Este tema ha sido un recordatorio para los gobernantes sobre la necesidad de abordar de manera seria la política exterior, guiándola por principios que beneficien a la nación y no solo por consideraciones ideológicas. Como reflexión para el país, la eficiencia de la política exterior no se mide por la cantidad de TLCs o Memos de entendimiento firmados, sino por el contenido de estos y el efecto beneficioso para los ciudadanos.
La presidencia pro tempore del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas durante diciembre de 2023 brindó a Ecuador la oportunidad de destacar su compromiso con la cooperación internacional y la construcción de un mundo más pacífico y justo. Aunque esta experiencia estuvo marcada por cambios abruptos en la representación del país ante este organismo.
Por otra parte, el impacto del triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina ha generado un debate sobre el futuro de la región. Este cambio político en Argentina podría influir en el surgimiento de un movimiento anarcocapitalista que tenga efectos en el devenir político regional.
En resumen, el año 2023 ha sido un periodo de ajustes y aprendizajes en la política exterior ecuatoriana. A pesar de ciertas imperfecciones, el país ha buscado equilibrar sus intereses nacionales con las complejidades de las relaciones internacionales. La participación de actores como la academia y exdiplomáticos ha sido esencial, destacando la necesidad continua de evaluar y ajustar enfoques para navegar las complejidades de la política regional y global.